
El Nobel tiene una deuda -ya eterna- con Marías
Tras un libro sorbete, tocaba uno con un poco más de enjundia. Esa enjundia la he buscado en uno de los autores más reconocidos en determinados círculos intelectuales, pero más alejados de la gran masa de lectores: Javier Marías. Cada vez tengo más claro que Javier Marías es un escritor que merecía mucho más reconocimiento popular del que obtuvo. Cada vez que leo un libro de Marías me parece más inexplicable que no le dieran el Nobel de Literatura. Mi andadura con Marías vino de la mano de Berta Isla y Tomás Nevinson, , pero algo me decía que su mejor literatura era anterior. Y mira que esa dilogía está bien, pero sospechaba que sus 90 y sus 2000 tendrían que ser brillantes y la verdad es que no andaba desencaminado. Así llegué a Todas las almas y hoy, por fin, os traigo Mañana en la batalla piensa en mí, editado por Alfaguara y publicado originalmente en 1994. Aún tengo pendientes Tu rostro mañana o Corazón tan blanco, y todo se andará.
Mañana en la batalla piensa en mí arranca con una situación de gran tensión. Víctor Francés, nuestro protagonista, es invitado a cenar a su casa por Marta Téllez, mujer casada cuyo marido está de viaje y madre de un niño de dos años. Tras la cena galante, el hombre y la mujer pasan al dormitorio donde, “aún medio vestidos y medio desvestidos”, ella empieza a sentirse mal hasta que agoniza y muere en una escena sobrecogedora. Esa muerte inesperada y esa infidelidad no consumada se convierten así en una especie de “encantamiento” (cómo llega Marías a esta palabra es una muestra de su erudición y de su gran manejo del inglés a través de la palabra haunting), con problemas bien reales e inmediatos: qué hacer con el cadáver, avisar o no avisar, qué hacer respecto al marido, qué hacer con el niño dormido, qué diferencia hay entre la vida y la muerte. El encantamiento que sufre Víctor le evita desvincularse de lo que habrá pasado tras su salida de la casa, ¿habrá muerto realmente Marta?, ¿qué habrá pasado con el hijo?, ¿se habrá enterado ya el marido?, ¿cuánto sabe el marido?, ¿cuánto sabe la familia?, ¿darán con él?… y al día siguiente vuelve a las inmediaciones del piso. Si el arranque es potente todo lo que viene después es mejor. A partir de esa situación, Marías construye todo un brillante thriller metafísico que va hilvanando con ucronías, digresiones, disyuntivas filosóficas sobre qué hacer, qué no hacer, qué hubiera pasado si hubiese hecho o si no hubiese hecho… una absoluta maravilla, que se resume muy bien en esta cita de la novela, “es curioso cómo el pensamiento incurre en lo inverosímil, cómo se lo permite momentáneamente, cómo fantasea o se hace supersticioso para descansar un rato o encontrar alivio, cómo es capaz de negar los hechos y hacer que retroceda el tiempo, aunque sea un instante. Cómo se parece al sueño”. Con toda la libertad de un escritor, Marías opta porque Víctor tome decisiones más o menos sensatas, pero son las mejores decisiones para los intereses de su creador. A partir de aquí, leed la novela y dejaos llevar por la prosa de Marías que es una gozada.
Esta edición de la obra viene con un epílogo sobre el valor de la literatura y, aunque las ideas que ahí se plantean hoy no son nuevas para mí, Marías posee la claridad del maestro: “en ocasiones comprendemos mejor el mundo o a nosotros mismos a través de esas figuras fantasmales que recorren las novelas o de esas reflexiones hechas por una voz que parece no pertenecer del todo al autor ni al narrador, es decir, no del todo a nadie”.
Los libros de Marías ,estoy empezando a pensar, son lugares infinitos, con mil puertas y pasillos, pasadizos escondidos, y códigos secretos que es difícil descifrar si no eres un erudito. Un libro de Marías es como la biblioteca de El Nombre de la rosa, un espacio aparentemente sencillo, pero cargado de libros, metaliteratura, alta cultura, erudición y virtuosismo por todas partes. Yo soy de los que no entendí el título hasta que lo explica en una nota final y nos dice al común de los mortales que el título viene de una cita de Shakespeare en la Escena III del Acto V de Ricardo III. Marías escribe para todos los públicos y es una pena que no todos los públicos lo lean.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Bueno pues mira, le voy a dar una segunda oportunidad con este título porque Corazón tan blanco me gustó pero no me dejó cautivada o queriendo leer otros títulos. A ver, no me arrepiento tampoco de haberlo leído, pero me dejó algo indiferente y con el paso del tiempo, no demasiado, no recuerdo mucho y eso es algo para mí que me dice que el libro no me dejó mucha huella. Pero he de reconocer que hay libros geniales que me es difícil recordar mucho de ellos y eso me pasa con los dos libros de Juan Rulfo El llano en llamas y Pedro Paramo. Puede ser porque Rulfo escribe a caballo entre lo real y onírico. De verdad que no me duele en prenda darle otra oportunidad!
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Me gusta mucho Javier…
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