Reseña de La verdad de las mentiras de Mario Vargas Llosa

Un ejercicio de erudición novelística y ensayística a la altura de unos pocos

No me dedico a escribir reseñas, pero me gusta dejar por escrito lo que leo para acordarme, y para recomendar libros cuando alguien me pregunta. Mi compromiso con este blog es más personal que social, aunque agradezco cada visita que hacéis a él, incluso alimenta mi ego digital, que es una de las peores formas de fast food que existen. Pero hay un nivel muy superior de reseñas literarias y un buenísimo ejemplo de ellas son las que hace Vargas Llosa en La verdad de las mentiras. Mi edición es de Penguin en DeBolsillo del año 2015, pero sospecho que -si sois de los que queréis toda la obra del autor en la misma editorial- Alfaguara tendrá también una edición de este libro. No puedo compararme con el genio peruano, y quizás lo suyo sean reseñas literarias y lo mío puro amateurismo. No he leído otros trabajos de Vargas Llosa sobre otras novelas. Tengo por casa sus ensayos sobre García Márquez o Pérez Galdós, y sé que tiene al menos otros dos escritos sobre Víctor Hugo o Flaubert. Los leeré, a Vargas Llosa -en plano literario- siempre hay que volver.

En La verdad de las mentiras Vargas Llosa hace una selección de las que a su juicio son las treintaicinco mejores novelas escritas en el siglo XX. Desde Joyce y Thomas Mann hasta Faulkner, Scott Fitzgerald, Nabokov o Lampedusa, el volumen constituye, a la vez que una síntesis de los problemas y evolución de la narrativa contemporánea, un deslumbrante ejercicio de rigor y lucidez intelectual que encierra una firme invocación a las virtudes liberadoras de la ficción literaria, que, en palabras de Vargas Llosa, es por sí sola “una acusación terrible contra la existencia bajo cualquier régimen o ideología: un testimonio llameante de sus insuficiencias, de su ineptitud para colmarnos. Y, por lo tanto, un corrosivo permanente de todos los poderes, que quisieran tener a los hombres satisfechos y conformes. Las mentiras de la literatura, si germinan en libertad, nos prueban que eso nunca fue cierto. Y ellas son una conspiración permanente para que tampoco lo sea en el futuro”. Es decir, la vida es insuficiente. Necesitamos las mentiras, como sostiene el autor en la reseña de El corazón de las tinieblas de Conrad, “hay verdades tan intolerables en la vida que justifican las mentiras. Es decir, las ficciones; es decir, la literatura”. No podemos decir qué es mejor si la vida o la ficción, pero, como defiende el autor a propósito de su comentario sobre Santuario de Faulkner, una cosa es cierta, “la ficción no reproduce la vida; la niega, oponiéndole una superchería que finge suplantarla”. Vargas Llosa revela con sus palabras la íntima relación de su lectura con las posibilidades de ampliar nuestra experiencia vital. Hay una cita en la reseña de El poder y la gloria de Graham Greene que me encanta y que sintetiza bien el poder de la novela, “la primera obligación de una novela (…) no es instruir sino hechizar al lector; destruir su conciencia crítica, absorber su atención, manipular sus sentimientos, abstraerlo del mundo real y sumirlo en la ilusión. El novelista llega indirectamente a la inteligencia del lector, después de haberlo contaminado con la vitalidad artificial de su mundo imaginario y haberlo hecho vivir, en el paréntesis mágico de la lectura, la mentira como verdad y la verdad como mentira”. Este estado gaseoso de la verdad y la mentira es fundamental en una buena novela. En el comentario de Gatopardo de Lampedusa, defendiendo las pretensiones del autor dice Vargas Llosa que “la misión de la novela es mentir de una manera persuasiva, hacer pasar por verdades las mentiras. Si lo consigue, una inédita, desconcertante verdad emergerá de aquel embauco”. Las mentiras no ofenden al lector, al contrario, son catapultas a escenarios y razonamientos que de otra manera nunca hubieran estado al alcance. Y esa neblina que forman la verdad y la mentira nos hace mejores porque nos obliga a pensar por nosotros mismos.

Realmente todo el libro contiene tres o cuatro ideas, más allá de los análisis y las valoraciones de las novelas, pero están brillantemente trazadas y perfectamente defendidas. Vargas Llosa en algunos momentos peca de liberal en sus análisis, y siendo cierto que son sus valoraciones, su autoridad en el asunto tampoco debe ser un trágala para el lector de estas reseñas y comentarios. ¿Faltan novelas? ¿otras han envejecido mal y han desaparecido del canon que nos propone el peruano? Puede ser. A mí me ha despertado el interés por novelas como Manhattan Transfer, El lobo estepario, La condición humana, Auto de fe, El reino de este mundo, No soy Stiller o El tambor de hojalata. Y me han encantado los análisis de Lolita, Al este del edén, Santuario, Opiniones de un payaso o Sostiene Pereira. A estos ensayos esta edición incorpora prólogo y un epílogo que, a mi juicio, son lo mejor del libro. Creo que tengo subrayadas una de cada dos frases, y cada cual es mejor que la anterior. Este espléndido cierre resulta toda una incitación al placer de leer además de una inmersión en las opiniones del autor, uno de mis escritores de cabecera, sobre la función de la literatura y el presente y el futuro del libro. Léanlo y disfruten con buenos análisis, no como las reseñas que yo escribo.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

6 comentarios sobre “Reseña de La verdad de las mentiras de Mario Vargas Llosa

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  1. Definitivamente me lo apunto. Me recuerdas lo maravilloso que es leer a escritores hablando de libros. Tengo que volver a los ensayos que tengo de Nabokov, y es la razón por la que estoy leyendo otros pequeños ensayos de Susan Cusk que habla de Ginzburg y de Ishiguro. En fin, he devorado tu escrito como siempre, y coincido en que si bien nuestros blogs son para nosotros, es muy agradable recibir comentarios. Yo los dejo de corazón y me encanta recibir los de otros sabiendo que también lo hacen porque les apetece.
    Y si este libro que reseñas se enfoca en el libro y su dinámica con la verdad y las mentiras, Han Kang acabo de oír en Instagram algo que también explora C.S Lewis, y es el efecto de lo leído en el lector, y como nos hace más flexibles y nos cambia, como nos permite ponernos en la piel de otros o “vivir” otras realidades o incluso explorar nuestra realidad aunque sea desde la “mentira o ficción”. No sé qué otra cosa decir más que me ha encantado y que desde luego me apetece leerlo porque se que me llevará a otras lecturas.

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    1. Muchas gracias, Silvia, una vez más, por tus palabras siempre generosas y acertadas. Reconozco la resistencia a leer los post de tu blog por estar en inglés y el esfuerzo que eso me supone en un formato (móvil y ratos de ocio) que no invita a esfuerzos. Reconozco mi falta y te pido perdón.
      ¡Un saludo!

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  2. Leí otro ensayo de Vargas Llosa, La orgía perpetua. Va sobre Madame Bobary, a mi juicio excesivo aplauso; me gusta más la Educación Sentimental. En fin, entre lectores, cada cual tenemos nuestro punto de vista, nuestro gusto, nuestro interés. Hay novelistas que son muy buenos críticos y no tan buenos escritores. En todo caso, muchos títulos que apetece leer…

    Un saludo

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