
Cercas es un confortable y reconfortante refugio literario
Javier Cercas empieza a ser un lugar frecuente dentro de mis lecturas. Creo que este es ya mi quinto libro del autor y no parece que vaya a ser el último. Hoy os traigo La velocidad de la luz, editada en Penguin Random House en 2013, pero originalmente publicada por Tusquets en 2005. Mi experiencia con Cercas suele rondar sus ambientes universitarios, de hecho a algunas de ellas he llegado como novelas de campus, como El inquilino o El vientre de la ballena). Sabéis que es un género que suelo transitar y con el que me siento muy cómodo.
La velocidad de la luz cuenta la historia del narrador (identificable fácilmente con el propio Cercas) en los años que pasó en la Universidad de Illinois en Urbana, Estados Unidos. Durante esta estancia conoce a Rodney Falk, su compañero de despacho, un excéntrico veterano trotskista de la Guerra de Vietnam, huraño e inabordable, ferozmente lúcido y corroído en secreto por su pasado, con quien establece una estrecha amistad tejida a base de conversaciones sobre literatura. Pero ésta es también la historia de una experiencia radical en el abismo indescifrable del mal y la culpa, que el propio narrador solo logrará entender y asumir años más tarde, como en una fulguración, cuando conozca el éxito y lo que éste tiene de corrupción insidiosa. Para entonces la figura imprecisa de Rodney y su historia devastadora se le acabarán imponiendo con la fuerza de lo necesario, como un emblema de su propia historia, y acaso de la condición humana.
En este caso no es una novela de campus. Pero tampoco tengo muy claro qué es. Creo que es un libro sobre el paso del tiempo, la imposibilidad de vivir la vida que soñaste mientras la tuya se te escapa entre las manos. Y el descubrimiento de que la vida son las pequeñas cosas, personas y experiencias que nada tienen que ver con los grandes proyectos vitales que suelen estar vacíos por dentro. Ernesto Ayala-Dip en Babelia destaca que se trata de “una aventura moral. Una lección magistral de invención y verdad”. A mí me encanta cómo escribe Javier Cercas, cómo trata los temas, cómo te mantiene la expectación del lector (eso que el propio Cercas llama “el punto ciego”) y qué bien teje las emociones de sus personajes. Cercas es un refugio seguro, un lugar tranquilo y de lectura amable. Si frecuentáis estos rincones literarios, nos encontraremos.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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