
La primera parte es una primavera, la segunda es un aburrimiento
Hoy vengo con prisa, pero no quería dejar de compartir con vosotros una de los ensayos con ecos pedagógicos más interesantes de este año. Se trata de La escuela del alma, de Josep María Esquirol, editado por Acantilado. En este blog ya conocemos a Esquirol. Cuando leí La resistencia íntima ya me di cuenta de que Esquirol y yo estamos en posiciones analíticas diferentes, “el uso de un marco reflexivo en el que no me siento cómodo. El uso reiterado de términos como ruego, plegaria, perdón, herida, culpa, trascendencia, alude a una respuesta religiosa a las preguntas filosóficas con la que no puedo por menos que discrepar”, pero sigo pensando que es un gusto leerlo.
En esta ocasión, Esquirol nos propone reflexionar sobre el sentido de la vida a partir de los cimientos que nos ofrece la educación. Paso a paso las realidades que nombran palabras como lugar, umbral, límites, atención, enseñanza, compañía, cuidado, contemplación, creación… van señalando el camino y nos descubren nuevos sentidos: cada ser humano se nos revela como origen, y el encuentro, como “un alma que toca otra alma”. Se detiene en preguntas infinitas como el rol de la escuela, el sentido del maestro, el juego de la autoridad, la importancia de las palabras, etc. Pero, para no aburriros, si tuviera que quedarme con una idea, creo que es la de altertopía; Esquirol define la altertopía como “el lugar de una resistencia fecunda frente a lo que domina”. En una entrevista en El País el autor reflexiona en torno a la palabra, “Esa es una de las pocas palabras académicas que uso en el ensayo y me sirve para subrayar dos términos: alter (otro) y topos (lugar). La enseñanza tiene que ver con compartir en un lugar especial, diferente, otro. Ahí, en ese lugar, maestros y alumnos forman una comunidad donde se comparte el mundo. Si insisto en la otredad de ese lugar es porque los discursos predominantes llevan a una disolución de las diferencias entre las instituciones, como cuando se insiste en que las escuelas tienen que estar al servicio de la sociedad. No está bien dicho. Se sustantiviza la sociedad y se la convierte en algo abstracto. Es un eslogan de fondo que, al enunciarse, implica considerar la escuela como algo ajeno a la sociedad. Pero si la sociedad es algo, es un conjunto de instituciones bien articuladas. Se trata de contribuir al conjunto: que el Parlamento sea Parlamento, que el templo sea templo y que la escuela sea escuela. Cuando cada lugar aporta el sentido que le es propio, el conjunto se enriquece. En cambio, la confusión lleva a que el conjunto empeore”. La propuesta de Esquirol también está constituida por palabras como comunidad, compañía, apoyo mutuo, cuidado, con las que es difícil polemizar. Sin embargo, mi crítica a su propuesta sigue estando en el vínculo de sus ideas con la justificación religiosa y cristiana de la vida. Ahí me separo de Esquirol. Nos movemos en marcos diferentes. Yo creo en la comunidad y en el cuidado desde la fraternidad que debe acompañar la lucha contra las desigualdades, la unión como fuerza frente al poder, etc. Esquirol postula la fraternidad como camino, como vía a la felicidad, al cuidado del alma y a Dios. Llegamos al mismo punto desde vías diferentes, y lo bonito es encontrarnos en los cruces y compartir reflexiones y lecturas. Por eso estamos aquí, yo escribiendo y tú leyendo.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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