Reseña de Mañana y tarde de Jon Fosse

Un libro sobre la vida escrito desde la muerte

No tenía ninguna referencia de Jon Fosse antes del Nobel y prácticamente sigo sin ninguna referencia después del premio. Seguro que hubiera pasado desapercibido para mí, como tantos otros Nobel. Sin embargo, un sábado cualquiera en el Alcaraván, hablando con un amigo de mi padre de libros, él me dijo que Mañana y tarde, editado y publicado por Nórdica y DeConatus en español (esta última es su editorial de referencia en España) días antes de la publicación del fallo de la academia sueca (no voy a valorar si es oportunismo o compromiso cultural), era un texto brillante que no podía dejar pasar de largo. Sabía que no encontraría en este libro una representación del estilo de Fosse porque su especialidad es el teatro, pero me lancé. Y aquí estoy, con las mejillas húmedas de recuerdos paternofiliales que la obra de Fosse me ha provocado.

Mañana y tarde es un libro sobre la vida escrito desde el nacimiento de un hijo y la muerte de un padre. La primera parte es más evidente que la segunda, aunque tardas poco en darte cuenta de lo que está pasando. Entre estos dos puntos, Jon Fosse nos da los detalles de toda una vida, condensados con gran belleza, esa belleza que nace del dolor, los miedos y las ausencias. Comenzando con los pensamientos del padre de Johannes cuando su esposa se pone de parto (especialmente el miedo a que uno de los dos no sobreviva), y terminando con los propios pensamientos de Johannes cuando se embarca en un día de su vida en el que todo es exactamente igual, pero totalmente diferente, Mañana y tarde es una obra sobre el hermoso sueño de nuestras vidas.

La primera parte me interpela, pero para mí no fue tan reflexiva como la presenta Fosse; el nacimiento de G4 fue más emocional que racional, y los miedos que tiene Olai, el padre de Johannes, no me representan. Sin embargo, la muerte de Johannes sí fue un torpedo en mi línea de flotación. Fosse cierra el libro introduciendo el personaje de Signe, la hija pequeña de Johannes, y en un par de escenas conmovedoras me inundó el corazón de lágrimas. El narrador se mete en el personaje de Signe y parece que se ha metido en mi cabeza, “y piensa que menudo personaje eras, mi querido padre Johannes, eras raro y testarudo, pero también bueno, y lo pasabas mal, yo lo sé”, y, añado yo, lo pasabas mal porque las enfermedades desgastan y minan la moral y todos los que hemos convivido con una enfermedad y con un ser querido enfermo valoramos la actitud frente a estas putadas y recordamos la valentía y el ejemplo de quienes lo afrontan con una sonrisa y toda la fuerza residual que son capaces de aglutinar.

No sé si me animaré con Septología, su obra narrativa más ambiciosa y representativa, pero desde luego que Jon Fosse no me ha dejado indiferente, y supongo que eso es lo que se le puede pedir a un Premio Nobel de Literatura. Que su propuesta te atraviese, como se atraviesan Signe y Johannes al final del libro, y que el aroma y el alma del autor pasen un instante dentro de ti, y el vacío que dejan al alejarse sea lo que te haga valorar el libro. Eso lo consigue Fosse, y solo por eso ya merece la pena leerlo.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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