Reseña de Memorias del subsuelo un Fiódor M. Dostoievski

Todo el talento de Dostoievski concentrado en poco más de ciento cincuenta páginas

Si seguís este blog asiduamente sabéis de mi devoción por la literatura rusa, seguramente por esa capacidad para diseccionar el alma humana. Cada cierto tiempo procuro acercarme a algún texto ruso y en este caso le ha tocado a Memorias del subsuelo, de Fiódor M. Dostoievski, publicado originalmente en 1864 en la revista Época -dirigida por su hermano Mijaíl-, y ahora editado por Alba. (Qué haría yo sin esta editorial). Con esta novela corta ya llevo cuatro obras del autor y aun me guardo El idiota o Los demonios en la recámara -siempre hay que tener novelas rusas en el horizonte lector-. Hay quien considera a este texto un relato o hay quien lo ubica en la categoría de novela corta; sea como fuere es un texto atrevido, el propio Dostoievski había confesado a su hermano su inquietud por el “tono áspero y salvaje” del texto, y es que, como explica el narrador al final, “en una novela tiene que haber un héroe, y aquí se han reunido deliberadamente todos los rasgos del antihéroe”. La novela está organizada en dos partes, y leyendo la segunda terminas de dar forma a la primera.

En su primera parte, titulada El subsuelo, un funcionario de grado mediano de cuarenta años, ya retirado, desarrolla un monólogo interior en el que, entre burlas, paradojas y violentas interpelaciones, confiesa su orgulloso aislamiento de la sociedad, sus constantes atentados contra «todo lo hermoso y lo sublime» y su firme convicción de que la civilización no podrá salvar al ser humano, condenado por el libre albedrío a desafiar a la razón y saborear el mal. Se detiene en los deseos (“aniquilen mis deseos, borren mis ideales, muéstrenme algo mejor, y les seguiré”), en las necesidades, en la voluntad, en la ciencia, la razón o las motivaciones, y, hay un pasaje que a mí me ha resultado especialmente interesante por el trasfondo que tiene en la literatura rusa, que es el que hace referencia a la disyuntiva entre el bienestar y el sufrimiento “apreciar únicamente el bienestar es hasta indecente (…) Personalmente, no tomo partido por el sufrimiento, como tampoco lo tomo por el bienestar. Todo partido… por mi capricho, y espero que se me garantice cuando sea preciso (…) estoy convencido de que el hombre jamás renunciará al verdadero sufrimiento, es decir, a la destrucción y al caos. El sufrimiento: esta es la única razón de la conciencia. Y, aunque haya declarado al principio que la conciencia, en mi opinión, es la mayor desgracia para el hombre, también sé que el hombre la aprecia y no la cambiaría por ninguna satisfacción”.

En la segunda parte, titulada A propósito de la nieve húmeda, a partir del recuerdo de una anécdota de juventud, la novela empieza a poblarse de personajes –tenientes engreídos, amigos aduladores, criados altivos, jóvenes prostitutas– que acaban de perfilar, con sus juergas y sus desaires, el característico universo dostoievskiano. El “subsuelo” desde donde escribe el protagonista es un espacio simbólico de “la falta de contacto con la vida” y del “presuntuoso rencor” que esta genera, pero también un refugio donde reina una falsa sensación de “tranquilidad”. Es el lugar donde viven los insectos, las arañas y los ratones, y también el hombre superfluo, “incapaz de amar”, ese gran prototipo de la literatura rusa que se visualiza a la perfección en esta reflexión, “Había algo dentro de mí, en lo más hondo de la conciencia y del corazón, que no estaba muerto, que se negaba a morir y se manifestaba en forma de una angustia lacerante”. Esa angustia lacerante es una constante en Dostoievski (recordemos los dilemas de Raskólnikov o el existencialismo de Ivan Karamazov) pero también en otros autores rusos como Tolstoi, Chejov o Turguénev.

Esta novela corta, como el resto de la obra de Dostoievski, ha sido objeto de sesudos análisis por parte de expertos y traductores. En esta edición, esta disección corresponde a Fernando Otero -traductor de la obra- , quien, en la introducción al relato, sostiene que “Dostoievski era muy consciente del desconcierto que podía causar un relato como el suyo que, partiendo de modelos reconocibles, como la confesión sentimental, la diatriba ideológica, la caricatura al modo gogoliano del mundo burocrático o el retrato del “hombre superfluo”, se adentra por unos derroteros formales y temáticos que la literatura tardará aun décadas en acabar de normalizar”. No tengo mucho que añadir a estos análisis porque mi objetivo con Dostoievski es disfrutarlo desde mi rol de lector aficionado, pero sí es cierto que en este libro se identifican algunos rasgos que serán constantes en la obra del autor. Uno es esa angustia lacerante a la que ya hemos hecho referencia y otro podría ser, por ejemplo, la relación entre el protagonista y Liza en la que se identifican comportamientos que ya leímos en Noches Blancas y que más tarde veremos elevados a la enésima potencia entre Sonia y Raskólnikov en Crimen y Castigo.

Memorias del subsuelo son poco más de ciento cincuenta páginas en las que se concentra todo el genio de Dostoievski, una oportunidad para acercarse al autor si eres de los que las grandes obras rusas (grandes también por su extensión y peso) le dan cierto respeto. Además de animarte a perder ese miedo (están escritas para ser publicadas por entregas y se leen muy bien), te recomiendo acercarte a los relatos de los autores rusos, son bocados pequeños de grandes talentos.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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