Reseña de Tercera clase de Pablo Gutiérrez

Cuando el narco entra por la puerta, el progreso salta por la ventana

No abandono la lectura. Me mantengo en el filo de las escasas treinta páginas diarias. No doy para más. Quiero pasar tiempo con G. y con C. y eso me quita mis tardes enteras de sillón y libro. Ahora que leo menos, tengo que seleccionar mejor lo que leo. Normalmente elijo yo, pero hay veces que me dejo aconsejar. Esta vez ha sido así. Guille, de Letras Corsarias, me dijo que Pablo Gutiérrez iba a pasar por la librería a presentar su última novela, La tercera clase, editada por La navaja suiza, que le echara un vistazo al libro. Y así hice. Y me acordé de que de este autor ya había leído Nada es crucial, que me encantó. Así que me lancé. No pude ir a la presentación (llevo dos años sin ir a una presentación en Letras porque coincide con la cena y el baño de G.), pero me hubiera encantado porque Pablo Gutiérrez me sigue pareciendo un autor que merece mucho la pena.

La tercera clase narra la vida de un grupo de chicos y chicas adolescentes en un pueblo empobrecido andaluz. El grupo compuesto por Guti, Mauri, Aurora, Alberto, Bento, Valme, Aldo, Regla, Nico y algunos otros forman la tercera clase. Son hijos y víctimas del lugar que formó sus caracteres, del suelo que pisan y que acaba llenando sus cabezas de ideas, que desembocan en decisiones que enturbian su futuro. Estos chicos cuentan en primera persona su supervivencia en un contexto en el que el tráfico de drogas domina todos los resortes sociales y económicos, “el hachís no es ninguna clase de heroísmo, no es la socialización de la plusvalía sino el chaval que falta a clase, la deuda que se acaba cobrando y cinco años de prisión; y el tedio de una mañana de miércoles, la piedrecita fija en el bolsillo para cuando suene el timbre”. Sin salida, las diversas violencias simbólicas (todo está en Bourdieu) y la delincuencia se imponen a los esfuerzos de padres y profesores por encauzar unas vidas al límite. En la literatura de Gutiérrez destaca la denuncia social, como ya contamos con Nada es crucial. En este caso la denuncia se centra en derrumbar el mito del narco, algo que el cine y la televisión llevan ventaja, pero que en la literatura no está tan presente.

En la novela destaca el recurso polifónico, tanto en el plano formal porque vertebra la estructura de la obra, como en el plano narrativo porque cada personaje se expresa de una manera y centra su visión del acontecimiento principal desde su posición. Como señala Juan Carlos González en La Voz del Sur, “los modos de contar y argumentar de los protagonistas son el mejor indicio para saber qué ocurre y qué es lo que importa en cada situación. La retórica de un único narrador solo serviría para oscurecer, para ocultar. La expresión directa, cruda, del pensamiento de los personajes no es un mero adorno para impresionar. Es la única manera que posee lo real para manifestarse, ya hablemos de dinero, familia, amor, educación…”. Pero Gutiérrez da un paso más y consigue que le salga bien, y es que entre esas voces destacan las ausencias, no todos hablan aunque sean importantes en la trama, hay personajes cuyos ecos resuenan en los testimonios de los demás, pero no tienen voz propia.

El título de la novela, La tercera clase, tiene su explicación dentro de la trama y me lleva a otro de los puntos que quería analizar: el sistema educativo. “La tercera clase” es la expresión que utiliza una profesora francesa por equivocación al referirse a la clase de tercero, pero el resto de profesores cogen al vuelo el error y lo convierten en chiste, “la tercera clase, la infraclase, los desposeídos, los subhumanos (…) El chiste se quedó ya para siempre porque los verdaderos vándalos eran los profesores, no ellos”. El grupo de chicos es también el grupo de clase, coinciden en el aula y en la calle, es un pueblo que vive de la droga y funciona como un ecosistema del que nadie escapa, “desde el principio supe que iba a traernos problemas, por eso formé un grupo reducido, no más de veinte, y por eso puse en marcha todas las medidas que tenía a mano. Confiaba en que alumnos como Nico, como Mario, como Valme y como Alberto, que en el fondo eran buenos chicos, tirarían del resto; pero Valme ya no quería estudiar, Mario volvió en septiembre con la mirada torcida, y Nico y Alberto no parecían los mismos, qué les pasaba”. En la novela aparecen los profesores como meros espectadores de la vida de estos chicos. No tienen capacidad para reconducir sus intereses, ni para mejorar sus condiciones de vida, ni para intervenir y sacarles de círculos viciosos o estructuras axiológicas equivocadas. No pueden hacer nada, y no es porque los chicos sean cabezones que prefieren la droga, es que su capacidad de influencia sobre el entorno es nula. El sistema educativo como reproductor de las desigualdades, como instrumento inocuo contra la pobreza, la falta de oportunidades, la violencia… nada puede hacer, “el instituto no era un lugar donde nadie viniera a aprender nada, el instituto era un centro cívico o un mentidero o un mercado persa, una extensión de los soportales. En el patio se prolongaban las costumbres de un narcoestado donde los rangos estaban tan bien establecidos que nadie intentaba tomar ninguna ventaja”. Al inicio de la novela hay un pasaje en el que uno de los personajes adultos da en el clavo al expresar que los narcos “o compran voluntades, compran pobreza”, y aquí se acaban todas las opciones reformistas que pudiera tener el sistema educativo. El sistema educativo no da dinero, no llena el plato de comida, no le compra un coche de alta gama, no saca a su madre de la prostitución, del alcoholismo o de limpiar las escaleras del barrio… el narco hace todo eso y a cambio solo pide complicidad: “en el barrio había un padrenuestro: yo no pido perdón, yo no me acuerdo de nada, yo no estuve allí, que llore tu madre y no la mía, amén”… ¿Quién sale de ahí? ¿Son los niños culpables de su situación? ¿Están condenados? ¿Tienen salida?

Este autor sigue encandilándome y seguiré leyendo sus propuestas. En esta, como reza en la contraportada, ajusta cuentas con el mito del narco y construye una historia magnética y necesaria en la narrativa de este país.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑