Reseña de El perro del hortelano de Lope de Vega

Celos y honor en la sociedad estamental del siglo XVII

Entre mis objetivos literarios de los próximos años está leer las obras cumbre de la literatura española que me faltan. He empezado por Lope de Vega, uno de nuestros más ilustres, y concretamente por El perro del hortelano. Tengo la edición de Cátedra, pero en internet tenéis versiones gratuitas disponibles (os recomiendo esta). Uno de los expertos en Lope de Vega, Kossof, sostiene que Lope crea esta obra a la memoria de su hijo y su mujer, fallecidos dos y un año antes respectivamente, “El perro como un poema elegíaco que Lope hace a la muerte de Carlos Félix y de Juana, utilizando la ironía y consiguiendo (¿con amargura? ¿con desprecio?) (…) que el público se ría de lo que en el fondo no es risible”.

La comedia, estrenada en Madrid en 1618 y ambientada en Nápoles, presenta a Teodoro y Marcela como dos lacayos de la condesa Diana que se aman en secreto. Diana se entera por otra mujer de su cámara que nadie la quiere y que Teodoro y Marcela tienen una relación. Diana, al no ser querida por nadie y muerta de celos de Marcela, quiere torpedear la relación de los amantes conquistando a Teodoro, que a su vez se deja seducir por Diana y su estatus social. Sin embargo, la condesa Diana no puede amar a Teodoro por su distancia social y por eso, no le deja amar ni ser amado por cualquier otra persona. El enredo está servido, y la brillante prosa de Lope hace el resto. Las acciones de Diana van dejando en los pretendientes la sensación que, en reconocido refrán, aunque es muy anterior a la misma (Lope se sirve de él y lo hace eterno), da título a la obra: se desespera Teodoro y hablando con Tristán dice, “No sé, Tristán; pierdo el seso/ de ver que me está adorando/ y que me aborrece luego./ No quiere que sea suyo/ ni de Marcela, y si dejo/ de mirarla, luego busca/ para hablarme algún enredo./ No dudes; naturalmente/ es del hortelano el perro:/ ni come ni comer deja,/ ni está fuera ni está dentro”. Y casi a renglón seguido se lo dice a la propia Diana cunado esta le reprocha que no se entera de nada (“¡Qué poco sabes!”), dejando una de las más bonitas declaraciones de desesperado amor en un pretendiente, “Tan poco/ que te siento y no te entiendo,/ pues no entiendo tus palabras,/ y tus bofetones siento;/ si no te quiero te enfadas,/ y enójaste si te quiero;/ escríbesme si me olvido,/ y si me acuerdo te ofendo;/ pretendes que yo te entienda,/y si te entiendo soy necio./ Mátame o dame la vida;/ da un medio a tantos extremos.”.

No soy filólogo ni literato, así que el análisis profundo de la obra se lo dejo a los especialistas, yo voy a destacar algunos elementos que han llamado mi atención. En primer lugar, Lope nos deja algunas frases que piden piedra; sirvan dos ejemplos: en un momento de la obra, el personaje de Tristán -criado de Diana-, dice una de esas frases que quedan para la posteridad, “si está en medio la esperanza, no hay mudanza”; y, en otro momento, Teodoro, poniendo algo de cordura sostiene que “pero mira que el amor/ es hijo de la nobleza;/ no muestres tanto rigor; que es venganza bajeza/ indigna del vencedor”. En segundo lugar, es importante en esta comedia el rol que juega el género, especialmente en el personaje de Diana. Mauro Armiño, en el análisis que prologa la obra, destaca que “Diana, aunque mujer, como dueña del condado de Belfror, encarna un modo de vivir aristocrático: su casa no es sino un pequeño reino que depende, en todo, de la voluntad de la condena; y así, puede prohibir y ordenar hechos esenciales de la vida de sus súbditos, como la boda de Marcela con Fabio. No es muy frecuente en la escena de la época el protagonismo de una mujer no sometida a una jerarquía superior y masculina, por encima de ella; se trata de uno de los rasgos que caracterizan la acción de esta comedia, porque la presencia de un padre o de un hermano mayor habría arruinado las posibilidades que tiene Diana de «comer o dejar comer»”. Por último, en la obra se pueden identificar algunos de esos rasgos característicos de Lope y del siglo de Oro español en general; siguiendo el análisis de Mauro Armiño, estos aspectos son tales como la apertura in medias res, el continuo vaivén de lo grave a lo cómico, engolados endecasílabos a los personajes pedantes y pretenciosos que hacen más de comedia que de decoro (como, en este caso, en el personaje de Ricardo) y que suelen estar acompañados en escena por un vestuario igualmente engolado, el enredo a base de sub-acciones que le permitan complicar la historia y facilitar el desenlace de bodas totales y, por último, personajes finales que dan una salida digna a los personajes con un deux es machina que permite el cierre (en este caso, Ludovico).

El perro del hortelano aborda temas que siguen siendo actuales: los celos -tema central-, las relaciones jerarquizadas de la situación social del siglo XVII -los ricos (aristócratas) y los pobres (criados y lacayos)-, y, por último, el honor. Según los expertos en Lope y en el Siglo de Oro, el honor no era un tema frecuente en el teatro de la época, sin embargo, Lope lo torna central en esta obra rompiendo así con la tradición y haciendo gala de una capacidad innovadora no exenta de riesgos, pero que le dio grandes alegrías. En El perro del hortelano, dice Armiño, Lope “no tenía más posibilidad para desenlazar la comedia que irrumpir en el camino de la farsa, y arruinar la estructura patriarcal de la que Diana es representante. Y, en una comedia con remate farsesco, Lope puede subvertir el valor esencial sobre el que se asentaba la sociedad estamental: el honor”.

Me sigue pareciendo alucinante que en poco más de cien páginas, Lope de Vega haya construido una obra universal, compleja para el análisis, pero sencilla para la lectura actual y el visionado de un público que, si bien en la época era generalmente iletrado, en la actualidad debe ser más bien erudito; y a todos satisface y entretiene por igual. Es asombroso. Seguiré leyendo obras de Lope y espero que me dé pie a otros autores españoles -y extranjeros de la época- de momento desconocidos para mí.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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