Una propuesta interesante en el fondo y en la forma
Tras el retiro que ha supuesto la preparación de la oposición a la plaza de Profesor Contratado Doctor, intento retomar el ritmo normal de mi vida y aquellos placeres que tuve que abandonar para centrarme en lo que en ese momento era lo más importante: la estabilidad laboral. Con el contrato indefinido bajo el brazo, quiero volver a mis placeres genuinos: mi familia y los libros. Bueno, seamos totalmente honestos, estoy volviendo en el tren del Mad Cool y un buen festival de música es otro de mis placeres (next stop: Sonorama). Sea como fuere, en este tiempo de inactividad en redes he procurado no alejarme demasiado de la lectura; he leído poco, pero en esos breves paréntesis he leído Laberinto de Burhan Sönmez, editado por Minúscula.
Laberinto plantea una situación interesante: Boratin, el protagonista, sobrevive a un intento de suicidio tirándose desde el puente del Bósforo en Estambul, pero no recuerda nada de su vida anterior. Tiene algunos retazos de historia universal inconexos, pero no es capaz de ubicar sus gustos, sus rutinas, sus vicios, sus virtudes, a sus amigos o a su novia si es que la tuviera. Poco a poco vamos sabiendo que Boratin es un exitoso músico de blues en el ambiente estambulí (dice la RAE que no hay un gentilicio asentado para los naturales de Estambul, pero que estambulí es el más utilizado), muy querido por sus amigos y que apenas tiene relación su hermana. El mundo exterior y el interior son un laberinto para Boratin en el que no consigue ubicarse ni mucho menos salir. Pero tampoco tiene claro que conocer su pasado deba ser una prioridad para él, “ya no estoy seguro de si es necesario que lo sepa. Me doy cuenta de que, en realidad, la vida no sirve para recordar el pasado sino para ir olvidando poco a poco. El pasado más lejano es ayer (…) El resto se ha olvidado. Es el espejo el que no se ha olvidado de nada”. Los paseos de Boratin por Estambul, su relación con el que parece su mejor amigo, Bek, y los flirteos con algunas chicas que intentan acercarse a él, sirven al protagonista para ir reflexionando sobre el papel de la memoria en la configuración de la identidad de una persona y llega a algunas ideas realmente provocadoras (en el mejor sentido de la palabra), por ejemplo, hacia el final del libro acepta que “puedo vivir sin memoria (…) Solo me gustaría saber una cosa: ¿qué había en la vida por lo que merecía la pena morir?” y deja otra idea que me apunto, “no hay diferencia entre el pasado y la historia. Cuando todo el mundo trata de darte un pasado, en realidad te dan una historia”.
Laberinto es un texto muy interesante tanto en la propuesta como en la ejecución. Una buena elección para el verano y con algunos destellos de lucidez por parte de Sönmez que quizás te acompañen una vez hayas terminado el libro.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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