La amistad de dos mujeres escupidas del oscuro mundo de la moda
¿Qué te lleva a coger un libro del que no tienes referencias? A veces la portada, la editorial, la faja… Reconozco que me compré Verónica de Mary Gaitskill por la mezcla explosiva entre la portada y la frase de Rodrigo Fresán destacada en la contraportada, “aquí va Verónica; escrita como los dioses para que la gocen los demonios”. Luego seguí leyendo y me enteré de que la novela había sido finalista en 2005 del National Book Award y el National Book Critics Circle Award, así que… why not?
Verónica cuenta la historia en primera persona de Alison, una mujer ya en la madurez que sobrevivió sus años de juventud siendo una top model entre París y Nueva York. Una mujer que crece en la superficie, sin echar raíces en ningún sitio, y que sobrevive a tal velocidad que no le permite fijarse en su alrededor, en la realidad de su entorno y su familia. Pero esta novela no trata del éxito, sino de los inmunerables fracasos a los que se enfrenta una modelo: chantajes, promesas vacías, piropos superficiales, comentarios dañinos, falsas amistades, sexo con hombres nada atractivos para conseguir sesiones de fotos… “Me convertí en una marioneta con una mano gigante dentro. No me refiero a ninguna mano en concreto. Simplemente una mano”.
Cuando Alison consigue salir (en realidad la escupen, la expulsan) del universo de la moda, se traslada a Nueva York y en un trabajo nocturno de oficina conoce a Verónica. Verónica es una mujer madura y ácida en perpetua batalla contra el mundo entero y lista para inmolarse en el por entonces novedoso altar del VIH. Esta es la relación que prima en la novela, la que le da título, y la que más interesa a la escritora. Gaitskill vuelve a ocuparse de las idas y vueltas entre dos mujeres vencidas, aunque poderosas y de los extraños y siempre apasionantes flujos y reflujos de la amistad. Cuando conoce a Verónica, Alison ya es una joven caída en desgracia, sin un futuro claro. Su vida ha subido como la espuma, pero cuando se retira la marea, lo que queda de playa solo son restos del naufragio, y ve en Verónica su propio futuro y aprende a valorarla a medida que la vida la coloca en un lugar mucho más modesto y realista lejos de los flashes, “cuando conocí a Verónica, yo estaba sana y era hermosa y me sentía de maravilla por ser amiga de alguien que era fea y estaba enferma (…) Ahora soy fea y estoy enferma. No sé cuánto tiempo hace que tengo hepatitis: probablemente haga uno quince años (…) A veces tengo miedo, a veces siento que estoy siendo castigada por algo y a veces creo que no me va a pasar nada. Ahora mismo me alegro de no tener que tratar con una chica guapa que me diga que tengo que aprender a quererme a mí misma”.
Para preparar la reseña he leído algunas críticas del libro y me he encontrado con una muy positiva de Rodrigo Fresán en Letras Libres (en la que no aparece la frase que destaca la editorial en la contraportada) y otra que pone el libro a escurrir de José María Guelbenzu en Babelia. Mi opinión, mucho más modesta, es que en el libro funcionan tres estrategias. La primera sería la estructura, la historia engancha porque intercala escenas entre párrafos, como si rimasen los versos pares y los impares, entre momentos temporales diferentes. La segunda son los personajes, me gustan porque parecen sacados de una novela negra de Ellroy antes de ser asesinados. Y la tercera es la visión femenina del sexo como instrumento de poder y libertad, algo que los lectores más fieles a Gaitskill destacan en todas sus novelas, parece un rasgo distintivo de la escritora americana. Con todos los excesos literarios que tiene el libro, coincido con Guelbenzu en que es muy cursi en las descripciones, creo que es una lectura sencilla, atractiva y perfecta para unas vacaciones en las que no quieres pensar y el objetivo no es leer, sino ponerse al sol.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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