Un texto que deja las vergüenzas de las trincheras bélicas e ideológicas al descubierto
Solo he podido llegar a este libro a través de la recomendación de algún librero infame, sino yo no llego a este texto ni de coña. Y lo que me habría perdido. Los libros que caen en mis manos de Sajalín dejan siempre esta misma idea. Esta editorial catalana es experta en rescatar narrativa extranjera ciertamente alejada de los circuitos de marketing y traducirla al castellano para deleitarnos con unas propuestas literarias muy interesantes. Son como el tipo que entra en un anticuario y sale con la pieza más polvorienta y apartada y termina por ser la joya de la corona. Hoy os traigo Cirkus Columbia de Ivica Djikic, un libro publicado originalmente en Croacia en 2003 y rescatado al castellano en 2011 por Sajalín (con traducción de Maja Drnda), a la que le tenemos que dar eternamnete las gracias por editar esta pequeña rareza maravillosa.
En Cirkus Columbia, los comunistas han perdido el poder y con la caída de Tito, Divko Buntic, un lunático y rencoroso emigrante, vuelve tras amasar una fortuna en Alemania, a su pueblo natal en Bosnia. Le acompañan su nueva mujer, una joven musulmana, y su adorado gato negro Bonny. Poco después de su llegada Bonny desaparece, y la ciudad entera, atraída por la cuantiosa recompensa ofrecida, enloquece en la búsqueda del felino dando lugar a episodios hilarantes y trágicos. Sin embargo, aquello que subvertirá el frágil equilibro de la pequeña comunidad no será la desaparición del gato o el palpable ambiente de preguerra, con sus ejecuciones sumarias y fugas precipitadas, sino la aparición de un tiovivo que gira sin descanso en la plaza principal del pueblo con Divko como único ocupante.
Ivica Djikic nos propone una sátira corrosiva del periodo de independencia croata. Un rrelato a múltiples voces que exprime en pocas páginas toda la potencia simbólica de una narrativa que, de acuerdo con la mejor tradición literaria balcánica, desvela el absurdo del mundo en que vivimos. Cirkus Columbia trata sobre los lugares comunes de un escenario post bélico de una sociedad rota, de los habitantes de una ciudad entre los que se instala la desconfianza, pero también la seguridad de lo conocido, el sentirse cómodo con los menores cambios posibles y al mismo tiempo existe el anhelo de un futuro que rompa con el status quo. Son lugares difíciles de habitar, entre los que los personajes se resignan a convivir, “Ninguno de los mundos que hemos conocido es nuestro (…) pero en alguno tenemos que vivir (…). Nuestro mundo es aquel que decidimos aceptar y al que nos adaptamos, aunque sepa que eso significa ir muriendo”.
En el libro se mantiene un aroma de tristeza, de resignación que marida bien con los detalles de bondad y de compañerismo que introducen cierta esperanza en el futuro. Es un libro raro al mismo tiempo que conmovedor. No tiene grandes descripciones ni, por lo tanto, escenarios, pero tampoco le hacen falta, el autor no busca situarte en un espacio, solo necesita el tiempo como contexto para explicarte los sinsentidos de la guerra, los destrozos de la dictadura y las miserias de una sociedad vacía y egoísta presa del miedo; hay un momento en la historia en la que un personaje afirma que “no importa en qué ejército hayas servido, siempre llega el día en el que te avergüenzas de ello” y creo que es un buen resumen de gran parte del libro. Esta tendencia, que hoy en día se mantiene, de tener que posicionarte todo el rato, nos obligan a elegir trincheras desde las que existir; trincheras que inmediatamente te posicionan en contra de personas y situaciones con las que no necesariamente tendrías que confrontar. Y el tiempo te demuestra que las trincheras físicas e ideológicas terminan por avergonzarnos. El libro desnuda las vergüenzas de una época oscura y sombría, en este caso, de la historia de Croacia (y por lo tanto de Yugoslavia), pero que, insisto, ha sido uno de los desgraciados lugares comunes en Europa en la segunda mitad del siglo XX.
Es un buen libro con algunos momentos brillantes. Yo me perdí un poco con los personajes, pero creo que es una limitación cultural de no estar acostumbrado a esos nombres. Si superas eso (hazlo pronto) disfrutarás de un texto muy interesante. Es un libro que a mi me dejó una primera sensación fría, pero que a medida que ha ido aposentando en mi cabeza ha ido mejorando. Hay película, no la he visto. Sajalín tiene, a mi parecer, la rara y buena costumbre de editar textos diferentes. No tiene grandes títulos ni autores, pero en las sombras que dejan las luces de los focos mediáticos se manejan con mucha soltura.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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