Tras la tormenta, Ford da voz a la calma y la vida sin sobresaltos de manera magistral
Hay veces que creo que entre los libros y los lectores existe algún tipo de vínculo misterioso que contemporiza su relación. Compras un libro, lo dejas en una estantería y al cabo de un tiempo, en ocasiones incluso años, algo te lleva a elegirlo para su lectura. Los incrédulos dirán que es el azar, y seguramente sea así, pero es mucha casualidad que haya leído El periodista deportivo, de Richard Ford, ahora mismo si lo compré fácilmente hace más de un año. Y el momento en el que no lo he leído no podía haber sido mejor.
La novela narra la vida de Frank Bascombe, un escritor de treinta y ocho años que, tras algunos instantes de gloria en el pasado, abandona la literatura y se ha convertido en periodista deportivo. Bascombe está separado de la madre de sus hijos y perdió a uno de ellos cuando solo tenía nueve años. Y Frank Bascombe es moderadamente feliz: “Durante estos doce años, mi vida no ha estado nada mal y en muchos aspectos ha estado muy bien. Cuando más viejo me hago, más me asusta todo y más claro veo que te pueden pasar, y de hecho te pasan, cosas malas. Pero la verdad es que no me preocupa ni me quita el sueño. Todavía creo en la posibilidad de la pasión y la aventura amorosa Y no cambiaría muchas cosas, si es que cambiaba alguna. Preferiría no estar divorciado y que mi hijo, Ralph Bascombe, no estuviera muerto, pero eso es lo único”. Sin embargo, como ya habréis podido comprobar, el principal rasgo de Frank no es su felicidad, es su tibieza, su pasotismo, su gris actitud frente a la vida. Sabina tiene una frase maravillosa que define esta novela, “y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido” (de la canción Donde habita el olvido). Y es que Frank es una persona que ha sufrido tanto que ya no quiere vivir en la intensidad, sino en la pasividad, “algunas cosas no pueden explicarse; sencillamente son. Y al cabo de un tiempo desaparecen para siempre, o se vuelven interesantes en otro sentido. El consuelo de la literatura es siempre temporal, mientras que la vida vuelve a empezar enseguida. Es mejor no mirar tan profundamente, no intentar aclarar nada”. Por eso deja la literatura y se dedica al periodismo deportivo, “Si hay algo que se pueda aprender del periodismo deportivo es que en la vida no hay nada trascendental. Las cosas siempre vienen y se van, y eso es ley de vida. Todo lo demás es una mentira de la literatura”.
La muerte de su hijo Ralph cambia la vida de Frank, descubre algo que yo también he descubierto con la muerte de mi padre, Frank reconoce que “me siento desprotegido contra las emociones intensas, contra la muerte”. Cuando murió mi padre compartí muchas veces esta reflexión, y es que el duelo ante la muerte de un ser tan especial como pueda serlo un padre o un hijo es una de las situaciones emocionalmente más exigentes a las que nos enfrentamos… y no nos enseñan a gestionarlas. Es horrible verte tan vulnerable y sin herramientas con las que salir del pozo, solo sales según vaya subiendo el nivel del agua del pozo, pero te conviertes en un ser pasivo ante el duelo. Al final, como le pasa a Frank, todo te resbala, tienes esa sensación de que ya da totalmente igual lo que hagas o digas. Aunque, también es verdad y así le pasa a Frank, “Soy fácil de rescatar, es cierto”. Ahora me viene aquella frase de Bunbury que decía que “solo tú puedes pagar el rescate”, bueno, en mi caso, varias personas han pagado muy rescate y es maravilloso cuando suena el móvil o llega un abrazo de alguien que viene a salvarte o simplemente a acompañarte. Porque a veces lo mejor que puede hacer la gente que te rodea es simplemente acompañarte. En esta reflexión a partir de la pérdida, Frank tiene tiempo para mirar a su alrededor y repensar el mundo que le rodea. Durante estas reflexiones descubre algunas ideas interesantes, por ejemplo, “descubrí que uno no puede conocer la vida de otra persona, y tampoco hay que intentarlo”, u otra que me gustó, “los soñadores no suelen llevarse bien entre sí. En realidad, tienen muy poco que ofrecerse unos a otros. Tienden a neutralizar confusamente las fantasías del otro a base de trivializarlas. La desdicha no quiere compañía, la felicidad sí”.
Frank llega a la conclusión de que, “la vida solo tiene un final cierto. Es posible querer a una sola persona en el mundo y no vivir con ella ni verla siquiera. El que diga algo distinto es un mentiroso, un sentimental o algo peor. Es posible estar casado, divorciarse, y luego volver a estar juntos y descubrir cosas que nunca te habían interesado y ni siquiera habías entendido en la época anterior, pero que para tu sorpresa ahora te parecen absolutamente perfectas. Déjenme que les diga que la única verdad que nunca puede ser mentira es la vida misma, lo que de verdad ocurre”. Y quizás tenga razón y nos estemos complicando mucho las cosas. Como decía Pedro Mairal en La Uruguaya, “si no podés con la vida, probá con la vidita”, y eso es lo que realmente está haciendo Frank, está probando con la vidita. Y le funciona.
Gayol en Clarín sostiene que “lo habitual en la literatura es narrar las catarsis, los momentos de tensión o decisión, la preparación de la anagnórisis final o revelación de la realidad… Nada más lejos en el caso de El periodista deportivo. En las novelas de Richard Ford la trama pasa plácidamente como un río, quizá con algún salto, algún pozo, algún rápido, pero las aguas narrativas mantienen un constante devenir de meandros turbulentos hacia la desembocadura”. Es totalmente cierto. Bien podría Ford haber narrado la separación de Frank o la muerte de Ralph, pero no, se sitúa en el paseo entre los escombros y de esa vida arrasada consigue extraer una historia muy potente con un trasfondo importante. Por su parte, George Vecsey en The New York Times define magistralmente la novela como “una novela de lectura compulsiva, que tiene tanto que ver con la crónica de deportes como Moby Dick con la caza de ballenas. Richard Ford escribe sobre el hombre contemporáneo, perdido en el laberinto de la cotidianidad, un superviviente capaz de capear todas las tormentas” [The word from Vintage Contemporaries, the publisher, is that »The Sportswriter» has as much, or as little, to do with sportswriting as Moby Dick had to do with whaling. Ford is writing about modern uncommitted man, lashing himself to the railing of mundane daily life, trying to get through the storm]. Ciertamente muchos de los que leáis esta reseña ya habréis leído el libro, no seré de los primeros, pero mantengo la creencia en ese vínculo entre los libros y los lectores, y conmigo este este libro ha salido de la estantería en el mejor momento posible. Lo guardaré con mucho mimo y en un tiempo volveré a leerlo, quizás haya perdido vigencia o quizás lo tenga que alzar al ilustre grupo de mis libros favoritos. El tiempo sentenciará.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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