Una novela maravillosa sobre un estudiante que decide ser oveja en vez de perro pastor
Mis libreros madrileños favoritos me recomendaron leer a Walser. Un autor que puede pasar desapercibido para el lector novel, pero con una amplia trayectoria y hoja de méritos en su haber. He empezado por Jakob von Gunten, que hoy os propongo, y tengo pendientes Los hermanos Tanner. Ha sido todo un descubrimiento y haré lo que pueda por recomendarlo mucho, debería salir de esas segundas estanterías en la que normalmente se encuentra en las librerías. La obra de Robert Walser, en cierto sentido, tiende un puente entre los grandes novelistas del XIX y las vanguardias del XX. Tras su muerte sus novelas alcanzaron algo de popularidad. Sin embargo, hoy es un escritor casi olvidado. Y quizá este olvido no haga justicia a su calidad como escritor ni a su importancia en la historia de la literatura contemporánea pero, a fin de cuentas, eso es probablemente lo que él deseaba: pasar desapercibido, rumiar sus escritos en soledad y ser recordado en su lecho de nieve, al fin en armonía con el mundo. Estas pinceladas del autor se proyectan en el protagonista de esta novela, veamos.
Jakob von Gunten es un adolescente que, en los primeros años del siglo XX, se inscribe en el Instituto Benjamenta, una especie de internado en el que muchachos humildes son formados para ser sirvientes. Allí se convertirá en el arquetipo de la renuncia a triunfar, a prosperar, a destacar siquiera entre sus compañeros. No se puede afirmar que se trate de un fracasado o un perdedor: Jakob tiene talento y energía; simplemente ha decidido que el único objetivo digno en el que invertirlos es ser un individuo anónimo, integrado en la sociedad, pero ocupando su último peldaño, donde desarrollar una existencia útil pero subordinada y carente de responsabilidad o iniciativa. El instituto le proporciona la educación de un hombre sencillo que solo aspira a ser un buen servidos, un buen escudero, un Sancho Panza moderno, sin grandes lujos ni una sabiduría cultivada, solo quiere ser útil y servicial: “El infrascrito no espera absolutamente nada de la vida. Desea ser tratado con severidad para saber qué significa tener que dominarse. Jakob von Gunten no hace grandes promesas, pero se propone comportarse de manera honesta y encomiable. (…) El infrascrito cree poder adaptarse a cualquier situación, por eso le es indiferente lo que se le ordene hacer; está firmemente convencido de que cualquier trabajo hecho con cuidado le supondrá más honor que llevar una vida ociosa y angustiada junto a la estufa de su casa”. Ni siquiera es un conformista que autojustifica su incapacidad para medrar, pues nació en una buena familia, en un hogar acomodado del que ha escapado, renunciando a sus privilegios y oportunidades, para comenzar desde lo más bajo y no llegar a nada. En definitiva, la suya es una elección completamente voluntaria y consciente, fruto de una reflexión moral y, sobre todo, estética. El joven Jakob von Gunten es, en última instancia, la semilla del hombre moderno.
Robert Walser le dio a Jakob von Gunten la forma de un diario, una especie de cuaderno de notas en el que se recogen las experiencias y reflexiones de Jakob durante su estancia en el Instituto Benjamenta: “en lo cotidiano es donde residen las verdades auténticas”. Los acontecimientos cotidianos se mezclan con sus pensamientos y sus opiniones sobre sus compañeros: Graus, Schacht, el polaco Schilinski, Fuchs, Peter el Larguirucho… cada uno de ellos representa una forma de enfrentarse a un futuro incierto, a un mundo en constante en cambio. Y cada uno explotará las habilidades que tenga más desarrolladas –la capacidad de trabajo y sacrificio, el encanto personal, la adulación– para enfrentarse a esa vida desconocida e inquietante que espera más allá de los muros del Instituto Benjamenta y labrarse un porvenir. Pero Jakob no; él, que es el más dotado de todos, será un cero a la izquierda, algo que le proporcionará la predilección del director del instituto… La escuela le ha convertido “en algo totalmente distinto, en un hombre común y corriente, y esta transformación (…) me llena de una confianza indecible, perlada por el rocío de la satisfacción. He cambiado mi orgullo, mi sentido del honor. ¿Cómo he podido degenerar así siendo tan joven?”
Como pedagogo no puedo dejar pasar un pasaje fantástico donde describe las narices, los ojos, las orejas y la boca de los escolares, creo que está cargado de humor y de sabiduría pedagógica (p. 45 y 46), a decir verdad, todo el relato es un interesante tratado pedagógico, una oportunidad para reflexionar sobre la educación, el rol de la escuela y la formación del hombre moderno. Jakob von Gunten es un personaje fascinante, un ejemplo contracultural potente y un alegato a favor de la normalidad, la parsimonía, la cachaza, la apatía, la tibieza social. Algo que hoy está denostado, pero que tiene sin explotar sus virtudes: “El adiestramiento es algo honroso para los alumnos, esto es más claro que el agua. Aunque tampoco nos rebelamos. En el fondo desprecio toda mi capacidad intelectual. Solo valoro la experiencia, y esta, por regla general, es totalmente independiente de cualquier pensamiento y comparación (…) Someterse es mucho más refinado que pensar. Quien piensa se subleva, y esto es siempre tan feo, tan nocivo… ¡Si los pensadores supieran cuántas cosas echan a perder!”. También es destacable el alegato a favor de la maestra como referente (p. 97 y 98): “usted ha sido para mí la salud corporal. Cuando leía un libro, era a usted a quien leía, no el libro: usted era el libro. De veras. De veras”.
Jakob von Gunten tiene algo de El alumno Gerber y muchas reminiscencias de otros personajes que no buscan la fama sino el servicio, como la Françoice a Proust, el Bartleby de Melville o el Sancho Panza de Cervantes. Desde luego este es un libro no apto para personas que traten de alcanzar alguna meta, que se esfuercen por ser alguien en esta vida o si, simplemente, que aún no hayan renunciado a todos los buenos propósitos con los que inauguró el año. Pero si no cumplen ninguno de esto requisitos, Jakob von Gunten es un libro muy recomendable, cargado de buena literatura, escrito con un estilo refinado y acertando con la palabra precisa, con reflexiones filosóficas interesantes y con mucha sorna e ironía. Suelo recomendaros libros, pero no suelo pasar de ahí. Hoy creo que os tengo que empujar hacia Walser, vais a descubrir a un autor increíble.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Qué buena la reseña y felicidades por haber descubierto a Walser. La verdad es que cuando lo leí no pensé en el aspecto pedagógico, solo me enamoré de Jakob sus reflexiones, su comportamiento… pero como dices está muy presente en la novela. Ninguno de los libros que he leído de Walser me ha defraudado. Los hermanos Tanner, El paseo, etc. son libros breves pero de los cuales citarías casi la mitad de en forma de fragmentos a destacar. ¡Hay mucho por disfrutar!
Un saludo,
Katrina.
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Leí a principios de año El Paseo y me fascinó esta noción de la es escritura como paseo mismo, no para contar algo en concreto sino para recorrer la peopia experiencia de escribir. El lector podría pensar: estoy perdiendo el tiempo, el escritor pierde el tiempo. Uno mucho esta idea del tiempo liberado (que no desperdiciado) a las ideas que mencionas sobre Jakob Von Gunten. No la he leído pero espero peonto revisar esa o Los hermanos Tanner. Gracias por la. Reseña.
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Me apunto tu recomendación, Carlos. Y muchas gracias por pasarte por el blog y comentar, así vamos tejiendo una red interesante de lecturas pendientes ☺️. Un saludo!
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