Un libro que contribuye a la necesaria conciencia sobre la relatividad planetaria a la que deberíamos someternos como especie
El amor y el respeto por la Naturaleza y por todo lo que nos ofrece desinteresadamente es inevitable para mí. Si yo creyese en algo parecido a un dios creo que estaría muy vinculado con la Naturaleza. Cuando me escribieron desde Volcano para enviarme Campo visual de Kathleen Jamie no me lo pensé dos veces. Y no me arrepiento en absoluto.
Jamie nos ofrece una serie de reportajes autobiográficos en los que la presencia de acontecimientos relacionados directamente con la naturaleza. En algunos me he sentido identificado y me han llevado a recuerdos maravillosos e inolvidables de experiencias sensibles y mágicas como las auroras boreales que vimos en algún lugar perdido cerca de Trömso (Círculo Polar, Noruega) mientras escuchábamos sonidos de ballenas y orcas excitantemente cerca de nosotros. En otros relatos he disfrutado de lo bien retratado que está la abnegación y constancia que deben acompañar a los amantes de la Naturaleza, porque el hecho de que tú quieras ver algo no significa que vayas a verlo. Así nos pasó a nosotros en Etosha (Namibia) con algunos animales y así le ocurre a Jamie con su visita a la isla de St Kilda a la que tras varios intentos infructuosos le llegó una oportunidad que supo aprovechar al máximo. Quizás, el relato que menos relación tiene con el resto sea el de Patologías; y sin embargo es de los que más me ha marcado. Las experiencias que narra Jamie en laboratorios anatómico – forenses y las reflexiones que hace alrededor de ellas me han parecido muy interesantes. Otros acontecimientos que me han gustado son los que suceden en la isla de Rona. En ellos la autora profundiza en la prudente consciencia de que ni estamos solos, ni somos los primeros en ningún sitio, ni seremos los últimos. La Naturaleza en su máximo esplendor es un ecosistema abrumador, pero debemos ser capaces de mirar dentro de ella y descubrir todo aquello que nos ofrece, “se me había concedido una visión fugaz de los millones de procesos diminutos, de los sucesos, que dan forma al páramo. ¡Millones! Bichos, flores, bacterias minúsculas, que eclosionan, crecen, se dividen y se mueven a su antojo. Y todo eso sucede ahí mismo: lo único que tienes que hacer para hacerlo es ir con los ojos bien abiertos”.
En definitiva, Jamie nos presenta una serie de reportajes autobiográficos en los que se perciben grandes dosis de respeto, delicadeza, admiración, sensibilidad y amor por la Naturaleza, sus elementos y sus caprichos. Contribuye a la necesaria conciencia sobre la relatividad planetaria a la que deberíamos someternos como especie. Con algunas pinceladas de crítica social, Jamie reflexiona sobre cuestiones fundamentales como quiénes somos y hacia dónde vamos. El libro me ha hecho recordar (volver a pasar por el corazón) experiencias propias que tenía almacenadas y que agradezco haber vuelto a revivir. Y ya sabéis que para eso están los libros, para vivir dos veces.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Muy interesante. Allí nos veremos!!
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