«Estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra».
Gabriel García Márquez es un escritor sublime y este libro es seguramente la obra cumbre de la literatura latinoamericana. Dice Vargas Llosa que Cien Años de Soledad es El Quijote latinoamericano y no seré yo quien lo ponga en duda. Quien definió este tipo de literatura como ‘realismo mágico’ acertó de lleno y leer este libro es una experiencia única repleta de historias dolorosas, épicas, duras, ingeniosas, mágicas, inteligentes y la mayoría profundamente tristes que van construyendo un concepto de familia y amor tan poliédrico como verídico.
Leedlo si podéis, si os atrevéis y si estáis dispuestos a sentirlo y a empatizar con unos personajes tan maravillosamente tratados.
Ahora sólo puedo darle las gracias a ese kioskero que en su buen criterio decidió llamar a su negocio «Macondo». Todos íbamos a Macondo a comprar gominolas, pipas, revistas, cromos, y de paso pasábamos la tarde orbitando a su alrededor. Mis amigos y yo, ya desde pequeños, tuvimos la suerte de estar cerca de Macondo sin saber qué significaba esa palabra. ¡Incluso algunos pensaban que era el nombre del kioskero!
Volvería a empezarlo ahora mismo.