
Superviviente, sí, ¡maldita sea!
No me lo tuve que pensar mucho. Compré el libro solo con leer las palabras “superviviente”, “ESMA”, “violaciones”, “embarazada”, “repudio en el exilio” y “traidora”. Cada paso en la historia de la protagonista era una razón más para leerlo. Pero la historia no era lo mejor (hay muchas) lo mejor del libro es la autora, y es que todo lo que toca Leila Guerriero se convierte en oro. Así llegué a La llamada de Leila Guerriero editado por Anagrama y publicado en enero de 2024. Desde ese momento el libro no ha bajado de las estanterías de los más vendidos tanto en España como en Argentina. Huid de los fenómenos editoriales, pero haced caso a este humilde blog: no sigáis leyendo y corred a leer este retrato humano y brutal de una superviviente del mayor centro clandestino de detección, tortura y exterminio de la Dictadura Militar de Videla en la Argentina. Yo visité la exESMA y -aunque ya no se debe parecer prácticamente en nada a lo que fue durante la dictadura- el sitio estremece, empequeñece y quita el apetito y la voz durante el resto del día.
La llamada arranca a finales de los años 60, cuando Silvia Labayru ingresa en el Colegio Nacional de Buenos Aires (no hay visita a BA que no pase por este centro educativo) y allí entra en contacto con agrupaciones estudiantiles de izquierdas que marcarán su visión del mundo y su compromiso político. En 1976 Labayru tiene veinte años y está embarazada y en la Argentina se produce el golpe de estado de Videla. En ese tiempo Labayru formaba parte del sector de Inteligencia de la organización Montoneros, un grupo armado de extracción peronista, y anda por la calle “con una pistola en el pantalón y una pastilla de cianuro en el bolso”. El 29 de diciembre de 1976 fue secuestrada por militares y trasladada a la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada, donde funcionaba un centro de detención clandestino en el cual se torturó y asesinó a miles de personas. En la ESMA viviría un cautiverio infernal de año y medio: padeció descargas de picana eléctrica en los pezones, parió a su hija Vera en la misma mesa donde la torturaban (rodeada de militares y de dos compañeras también secuestradas, que ella pidió que la acompañaran), fue violada reiteradamente por un oficial y forzada a representar el papel de hermana de Alfredo Astiz, un miembro de la Armada que se había infiltrado en la organización Madres de Plaza de Mayo, un operativo que terminó con tres Madres y dos monjas francesas desaparecidas. Durante su cautiverio, Silvia tuvo permiso para salir de la ESMA y permanecer varias veces en casa de su padre; viajó a Uruguay, Brasil y México a encontrarse con el padre de su hija, en alguna circunstancia vigilada por su violador.
Hasta aquí la historia de Silvia Labayru, aunque excepcional y de importantísima difusión, lamentablemente no es única. Lo verdaderamente interesante del libro empieza con su liberación en junio de 1978. Labayru fue una de las doscientas supervivientes de la ESMA, donde murieron casi cinco mil personas. Su liberación no fue tal. Quizás sí en lo terrenal (y no es poco), pero el infierno continuó fuera. Guerriero indaga en una segunda victimización: la que efectuaron muchos de los compañeros de militancia de Silvia, quienes la acusaron de traidora y la maltrataron por el “delito” de haber sobrevivido. Hay muchos pasajes del libro que tratan esta doble victimización y cómo vivir con esta mochila a cuestas, pero hay uno que me parece especialmente potente y lúcido; defiende Labayru, “desde el momento del secuestro, no hay nada que pueda ser considerado que se hace por voluntad propia. Pero que en determinadas circunstancias tú hayas podido incluso tener placer sexual en una situación que era una violación, es perfectamente comprensible (…) Un poco de placer. Una descarga. Pero todo es como un tabú. Como el tema del consentimiento. En el campo, el consentimiento no existe (…) Aun así es una violación. Todo eso que ocurre está condicionado por una situación de amenaza brutal. Pueden hacer contigo lo que quieren. Cortarte en pedacitos, secuestrar a tu hijo, a tu madre, a tu tía. ¿Fue una violación aunque hubiera placer? Por supuesto que sí. Yo creo que hay un sustrato terriblemente machista y no queda claro del todo que las mujeres que no provocamos las violaciones. La justicia es troglodita, y la violada es la provocadora, sucia”. Al respecto solo resta decir que Silvia Labayru logró una sentencia condenatoria (la primera) por violación sistemática contra dos de los jefes militares que la sometieron a un año y medio de torturas y vejaciones que otros entendieron —los suyos, los propios, los montoneros casi todos hombres— como síntomas de colaboracionismo o hasta síndrome de Estocolmo.
El libro es una maravilla. Y el mérito es de Guerriero, quien con el olfato, la paciencia y la constancia propia de los buenos periodistas, a lo largo de casi dos años, habló con sus amigos, sus exparejas, su pareja actual, sus hijos y sus compañeros de cautiverio y de militancia. El resultado no es un libro más sobre la ESMA ni sobre la dictatura de Videla. Dice Jordi Gracia en El País, “este libro es otra cosa. Toma tierra en el impulso de la averiguación de aquel trauma de un año y medio de secuestro, pero se expande hacia una exploración de la vida como negociación con uno mismo y con los demás sin destino prefijado, sin que nada predetermine el futuro, ni siquiera haber sido víctima de reiteradas violaciones dentro y fuera de la ESMA, ni siquiera haber parido a una niña que dejas de ver al cabo de una semana mientras tus padres creen en realidad que estás muerta porque no saben nada de ti. Ni siquiera está escrito nada cuando la liberación te restituye a una vida compartida con otros exiliados argentinos en España, desde 1978, que una y otra vez te preguntan sospechosa y delatoramente: “¿Y tú por qué estás viva?” (aunque nunca te pregunten por las torturas ni por las violaciones)”. No hay un destino prefijado, ni siquiera el que se abre con la democracia. De hecho, Labayru aunque a veces colabora con visitas divulgativas o educativas a la exESMA, aunque concede entrevistas y “se deja” escribir un libro, no es una de las supervivientes que “viva” de ello. Labayru rehízo su vida, como la intentamos hacer todos -con aciertos, errores, pérdidas, reencuentros, dificultades, oportunidades y buscando el amor y el respeto de los demás- apoyada en sus hijos, en sus parejas y en su familia. Especialmente en su padre, quien seguramente le salvó la vida con aquella llamada que hicieron los represores desde la ESMA el 14 de marzo de 1977. Jorge Labayru -quien por aquellas fechas pensaba que hija estaría muerta- descolgó el teléfono y “escuchó la voz de un hombre que dijo: “Llamo para hablarle de su hija”, y respondió con un grito: “¡Montoneros hijos de puta! ¡Ustedes son los responsables morales de la muerte de mi hija! ¡Los voy a cagar a tiros!”. O algo así”. Colgaron al otro lado del teléfono sin dar más información. Pero la grieta sobre si habían detenido a quien debían ya estaba formada.
El resultado de todo esto ya hemos dicho que no es un libro más. Sobre todos los textos escritos referentes a la época seguirá brillando con luz propia la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar de Rodolfo Walsh, pero la pericia de Leila Guerriero es la de aprovechar todo ese contexto para hablarnos de la cotidianeidad de una superviviente, de trazar el retrato de una mujer con una historia compleja en la que se amalgaman la política, el sexo, la violencia, el humor, los hijos, los padres, la infidelidad, los amigos, las mudanzas y el amor. Esa cotidianeidad impuesta como una necesidad del superviviente, esa necesidad de ser como los demás. Pero la literatura no está hecha para ser como los demás, así que nosotros tenemos que leer a Leila y reflexionar sobre lo que nos cuenta de Labayru. Es nuestro papel, leer para aprender de los demás, leer para vivir dos veces.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Es un libro excelente y una historia de las que no se deben omitir.
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Ojalá leerlo en las escuelas de la Argentina. Ojalá tenerlo presente. Ni olvido ni perdón.
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Muy buena reseña, lo tengo pendiente.
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este libro es una maravilla por el qué y por el cómo. Solo una autora con una voz tan potente podía contar así de bien un pequeño extracto del terror que se vivió en aquellos años
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