
¿Por qué he tardado tanto en leer esta joya de la literatura española?
En mi intento por corregir mi déficit de lectura de autores y autoras españolas de principios y mediados del siglo XX, que se inició con Delibes y Umbral, ahora me he sentado con Camilo José Cela -nuestro Nobel más reciente y el único que, hoy en día, está más cerca de ser leído- y, aunque La Colmena me sigue generando cierto respeto, en concreto me he lanzado con La familia de Pascual Duarte, en una edición de 2020 de Penguin Random House en su colección De Bolsillo. Acepto recomendaciones para continuar mi propósito, aunque os adelanto que en 2025 habrá algo de Carmen Martín Gaite aprovechando que se celebrará el centenario de su nacimiento.
La familia de Pascual Durante es la transcripción de las memorias de Pascual Duarte, un asesino que espera su ejecución en la cárcel de Badajoz. El famoso comienzo de estas memorias, “Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo”, señala ya la congoja de un hombre que puede ser tomado como una hiena o como un manso cordero, “no deja de ser fuerte impresión la lectura de lo escrito por el hombre que quizás a la mayoría se les figure una hiena (…), aunque al llegar al fondo de su alma se pudiese conocer que no otra cosa que un manso cordero, acorralado y asustado por la vida, pasara de ser”. Sucesivas desgracias van rompiendo el equilibrio de Pascual: la muerte del padre por rabia, la del hermano tonto al ahogarse en una tinaja de aceite, la del segundo hijo por un “mal aire traidor”. Entonces, una extraña sed de sangre le impulsa en los momentos más desafortunados a matar a quien le hace daño, ya sea animal o persona (a mí me impresionó mucho la muerte de su perrita, por inesperada y porque ya marca el tono de la vida de Pascual y de la novela de Cela). Una y otra vez parece que el destino le fuerza a actuar bárbaramente, olvidando con su terrible fatalismo que había nacido para “rosa en un estercolero”. En una primera entrada en la cárcel por la muerte de El Estirao, a la salida reconoce que “me soltaron; me abrieron las puertas, me dejaron indefenso ante todo lo malo (…) creyendo que me hacían un favor, me hundieron para siempre”. Sin ahorrar en crudeza, Pascual desgrana una historia de desamparo, marginación y violencia en una tierra hostil, “las grandes tragedias de los hombres parecen llegar como sin pensarlas, con su paso de lobo cauteloso, a asestarnos su aguijonazo repentino y taimado como el de los alacranes”. La vida de Pascual parece conducirle a un final inevitable: el asesinato de la madre que representa la muerte de todo lo que odia, del carácter que le procuró tantas desgracias. Es el héroe trágico que se enfrenta a lo que lo determina y lo supera. Solo después de ese homicidio, Pascual Duarte es libre. Ante estas memorias, una pregunta nos persigue como lectores: ¿Pascual es víctima o verdugo? Sea como fuere, a Pascual Duarte le invade un crudo arrepentimiento, más intuitivo que racional, que no deja de ser sincero a pesar de su ambigüedad.
La familia de Pascual Duarte fue la primera obra de Cela (publicada en 1942) y con ella se da inicio al llamado “tremendismo”: historias sangrientas de entornos rurales con personajes violentos. La violencia no responde a la frialdad propia de la maldad, sino al ambiente de marginación y angustia marcada por una realidad social y política inestable -de ahí la pertinencia de la pregunta que nos interpela continuamente a los lectores-. La brusquedad de Pascual, su escasez de habilidades sociales, su lenguaje rudo (es brillante el manejo de Cela del recurso de las comparaciones con la naturaleza y el uso frecuente del refranero español, cuando Pascual no encuentra palabras para expresar lo que siente o piensa).
Estoy muy contento con mi propósito lector porque me está permitiendo acercarme a autores y obras que seguramente me estén dando cierta profundidad literaria y conocimiento de la cultura de mi país, al tiempo que estoy disfrutando con historias y personajes que ya forman parte del imaginario compartido de un país. La cultura como parte fundamental de aquello que merece la pena mantener, cuidar y proyectar hacia generaciones futuras, como esa base sin la cual será difícil recuperar lo común como sociedad. Sin ninguna duda, Cela es uno de sus mayores exponentes, y nuestro Premio Nobel más reciente. Cuidémoslo y sigamos editándolo (que no es fácil encontrar buenas ediciones de sus obras).
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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