
El despotismo paterno y el sufrimiento filial en dos intensos relatos
Este año se celebra el centenario de la muerte de Franz Kafka. En este blog hemos reseñado ya dos de sus obras más relevantes, y aún tenemos pendiente El proceso, que no tardará en caer. Hoy os traigo los relatos La condena y El fogonero editados conjuntamente por Acantilado. Como cuenta Moreno Claros en el Epílogo del libro, Kafka pidió a su editor que se publicaran juntamente con La transformación en un volumen titulado “Los hijos” dado el nexo silencioso común de los conflictos paternofiliales. Veremos que esta es una obsesión de Kafka que lo acompañará siempre.
La condena es un intenso relato que [intentaré no hacer spoiler] arranca con un joven que escribe a un amigo que vive en el extranjero contándole acontecimientos relevantes de su vida reciente y que cierra con una conversación con su padre sobre esos mismos acontecimientos. Kafka consideraba este relato su favorito, y quienes han estudiado al autor praguense defienden que “parece más la narración de una pesadilla antes que una historia planificada racionalmente. Y, en realidad, no fue planificado de ninguna manera, puesto que su autor lo compuso en un estado de euforia y trance”. El fogonero, por su parte, es al mismo tiempo el primer capítulo de la novela El desaparecido y un relato con sentido propio. En esta novela, Kafka homenajea a Dickens del que quedó prendado de su David Copperfield, “su Karl Robmann (…), al igual que el protagonista de la gran novela de Dickens, tendría que ir aprendiendo de la vida a través de aventuras y peripecias”.
En ambos textos, como ya avanzamos, aparecen las relaciones paternofiliales como una de las obsesiones kafkianas. En su célebre Carta al padre, Kafka le aseguraba “todos mis escritos hablan de ti”, y ciertamente en La condena, como defiende Moreno Claros, “Kafka expresó con más crudeza la omnipotencia del poder paterno (…) El acoso y el desprecio que muestra el anciano hacia su primogénito tiene por causa toda la vida del hijo (…) cabe pensar que el enfado del padre tiene por causa primera la independencia del segundo, su vida entera, su juventud y su vitalidad”. Y en El fogonero aparece de nuevo un padre autoritario que aparta a su hijo de su entorno y lo arroja a Nueva York para no seguir dañando la imagen de la familia.
Leer a Kafka es casi una obligación para cualquiera que disfrute con la literatura. Sus novelas, sus cuentos, sus cartas, son las nieves que embellecen las cumbres de la literatura europea y mundial del siglo XX.
¡Nos vemos en la próxima reseña!