Reseña de Cartas desde el manicomio de Dario Džamonja

Relatos sobre la desorientación vital buscada y sufrida

Llego a este libro buscando algo ligero que intercalar entre otros títulos más densos. Los autores balcánicos y lo que rodea al conflicto de los años 90 suelen llamar mi atención y así es como descubro Cartas desde el manicomio de Dario Dzamonja, editado por Sajalín. Este autor era totalmente desconocido para mí y he podido saber que se trata de un autor influenciado por su coetáneo realismo sucio norteamericano (sin llegar a las cotas de Bukowski, Carver o Richard Ford). Dzamonja se hace famoso en Sarajevo escribiendo sobre la cara oculta de su ciudad, los antros, los personajes de esos antros, los excesos nocturnos y la suciedad diurna en la que se despierta. Creo que este título es el primero que se traduce al castellano de un autor que ha pasado desapercibido y que su obra se considera de culto (el carácter de culto suele ser un lastre para los autores que lo soportan).

Cartas desde el manicomio es una crónica semificcional -con algunas cotas destacables de humor sucio- del periplo de Dzamonja entre Sarajevo y los Estados Unidos, que abarca desde el inicio de la guerra hasta su regreso y un poco más allá (pero poco, porque al poco tiempo de volver de EEUU, el escritor fallece por su alcoholismo exacerbado fruto de su desorientación vital). Explica Marc Casals en el prólogo que “pese a que abundan los golpes de ingenio (…) el narrador de estos relatos es un ser atormentado: se siente fuera de lugar y lleva una vida que le hace infeliz, deambulando de un lado para otro sin encontrar asidero. Para colmo, es incapaz de mantener una relación funcional con sus hijas debido a su inclinación por la vida bohemia”. De su periplo por EEUU, el relato de La otra cara de la moneda sobre las contradicciones de la sociedad norteamericana es brillante, porque pone de manifiesto cómo el sueño americano es una bazofia capitalista y el verdadero hogar es aquel donde están tus seres queridos; no las promesas patrióticas de esperanza, esfuerzo y recompensa. Esta idas y venidas vitales y sentimentales entre Sarajevo y EEUU, entre ser y estar en el mundo, entre sentirse profundamente bosnio y profundamente enamorado de sus hijas que tienen que huir de Sarajevo a EEUU por la guerra, este continuo mirar a dos sitios a la vez, termina por marear y desubicar al narrador. Al final, entre el terruño y la familia, elige el terruño, “Te importa más Sarajevo que tu propia hija”, aunque asume su contradicción y así se la revela a su segunda pareja, “Dijana, yo en la vida he cometido dos grandes errores. El primero fue casarme contigo y el segundo, separarme de ti”.

Hay un elefante en la habitación de este libro, la guerra serbobosnia con el marco balcánico de fondo. Un elefante difícilmente esquivable, una situación sociopolítica que resquebraja los cimientos de una sociedad inicialmente alejada del conflicto y a la que a base de “opinión publicada” terminan posicionando en extremos. Unas guerras que ha tenido su zénit literario en Un puente sobre el Drina de Ivo Andric, pero que tienen otros referentes como Danilo Kis (aquí hemos leído La buhardilla), Dasa Dndric (del que tengo pendiente en la estantería Belladonna), Aleksandar Tisma (aquí hemos leído Lealtades y traiciones) o Ivica Djikic (aquí hemos leído Cirkus Columbia). Una temática que me suele apetecer y que se une a otras temáticas favoritas como la lucha minera, el conflicto norirlandés o la novela de campus. Son bienvenidos cuantos títulos se os ocurran sobre estas temáticas; es cierto que me vendría bien una novela histórica que me ubicara de una vez por todas en el desarrollo de las guerras de los Balcanes, surgimiento, desarrollo y consecuencias sociales y geopolíticas. La echo en falta. De momento, sigo disfrutando de lo que voy encontrando y a esta lista de disfrutes se suma Cartas desde el manicomio. Espero que os guste. Es un buen libro para llevar a la playa este verano.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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