
La pérdida de la inocencia migrante, académica y social en una novela luminosa
No hubiera llegado a este libro sin la recomendación de Marcos Dosantos quien, cuando le conté mi proyecto sobre las novelas de campus, tardó poco en recomendarme Animales luminosos del escritor peruano Jeremías Gamboa, editado en España por Random House. Gamboa se hizo conocido con su primera novela, Contarlo todo, premiada con el Premio Tigre Juan 2014 y elogiado en todos los medios generalistas y especializados (anteriormente publicó un volumen de cuentos bajo el título de Punto de fuga, cuyos elogios llegaron a la luz de Contarlo todo). Esta novela de campus sí tiene algún aporte interesante. Veámoslo.
La novela arranca en una conversación de bar entre tres amigos estudiantes de la Universidad de Boulder (Colorado). El origen de dicha conversación hay que buscarlo a finales del año 2006, cuando Gamboa estaba estudiando en Boulder, Colorado, una maestría en Literatura Hispanoamericana. Era el segundo año en el que Gamboa estaba estudiando en USA y escuchó una conversación entre Keith Huntzinger (amigo boulderiano de Gamboa, a quien -igual que su protagonista- conoció gracias a un intercambio de idiomas español/inglés y a quien está dedicada la novela) y un tercero llamado Todd. Quien escucha esta conversación es Ismael “un chico al borde los treinta que no tiene capacidad de ingreso al mundo de Boulder, por ello es un observador, está tratando de comprender las reglas de ese mundo, y eso produce una enorme soledad. Una de las cosas que más te aísla del mundo es no tener el idioma de ese mundo. Yo lo he vivido también en mi estancia en USA, porque tengo un inglés tardío”, explica Gamboa. Toda la novela trascurre en una noche universitaria cargada de miradas, gestos, conversaciones profundas y mucho tabaco y alcohol. La profundidad de las conversaciones radica en la pérdida de la inocencia. La inocencia del amor cuando aparece el sexo, la inocencia del migrante latino cuando se cae el velo idealizado de Estados Unidos, la inocencia del futuro cuando se convierte en presente… este presente es importante. La novela está escrita en este tiempo verbal, explica Gamboa, para “hacerle sentir al lector la angustia del tiempo presente, puesto que el migrante vive en tiempo presente. Su día a día es agotador”. Estoy muy de acuerdo con esta reseña en la que se destaca que Gamboa “antepone la condición humana, sin importar el país de procedencia o la madurez mental; hace un ejercicio casi etnográfico del pensamiento que invade nos solo a los residentes de estados unidos, sino a migrantes que buscan conquistar un sueño intelectual o una oferta estudiantil que no existe en sus países de procedencia”.
En este caso, sí, el género de campus brilla con luz propia. La perspectiva, al menos en lo que llevo leído, es novedosa. Se centra en el estudiante, pero no en ese rol sino en otras dimensiones menos académicas, pero igualmente centrales en la etapa universitaria. Ismael llega a la universidad en busca del sueño americano en su versión académica, “he venido hasta aquí solo a tratar de realizar un largo plan cuyo primer objetivo es hacer una maestría y eso es lo que he empezado a hacer de la mejor manera que puedo en esta universidad. Y luego de eso lo que quiero es terminarla con un doctorado ya aceptado en otra, una que no sea de esta zona del medio oeste, que la verdad es mil veces mejor que la mejor universidad de mi país, sino una de las buenas universidades estatales de California, o aún mejor, una de esas fuertes que quedan en universidades como Boston o Nueva York. Quiero tener un puesto de profesor en otra universidad parecida a esas o incluso en una como esta. Y quedarme a vivir en esa universidad. Ese es mi sueño”. La promesa del campus como un santuario en cuyas fronteras se han resuelto los problemas de Occidente -origen, raza, clase-, y se encuentra con una realidad que no está mediatizada y que es mucho más cruda de lo que conoció a través del cine, la literatura o la música. Cuenta José S. de Montfort tras una conversación con Gamboa que el peruano “quería escribir una novela de campus, más metafórica y poética que Contarlo todo y, para ello, invoca los auspicios de Julio Ramón Ribeyro y Enrique Verástegui, le da forma de cuento (con sorpresa emergente hacia el final, à-la-Piglia) y la dota con un swing de nouvelle”.
En definitiva, estamos ante un texto muy recomendable y un autor al que seguir la pista. Entre las críticas a las que he tenido acceso destacaría la de Zanón en Babelia, quien le toma la medida al texto y, sin ahorrarse una mirada crítica elogia que Gamboa escribe “desde lo íntimo, bordeando peligrosamente lo romántico-cinematográfico, pero sin dejar de roer hueso con el clasismo, el racismo y las fiestas que, a pesar de su apariencia, son siempre para algunos y siempre para los mismos”. Una novela que nos interpela a todos porque la construcción de una identidad implica la pérdida de la inocencia, la domesticación de la rabia de la juventud, el vértigo ante un futuro cargado de responsabilidades… y porque todos en algún momento de nuestras vidas hemos tenido una noche intensa de conversaciones profundas con amigos de verdad en las que hemos soñado y despertado del sueño constantemente mientras el alcohol, la música y las drogas parece que están con sordina. A veces tiene que llegar la literatura a poner palabras a nuestras experiencias. Gamboa lo hace desde las debilidades de un joven cargado de sueños literarios y de miedos migrantes. Un lujo.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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