Reseña de El camino de Ida de Ricardo Piglia

Una decepción inesperada

Con Piglia me pasa algo curioso. Lo conocía antes de mi estancia porteña. Durante mi estancia porteña no quise leerlo. Y ahora que vuelvo no me interesa lo que tenga que decirme. He sufrido un proceso de enamoramiento y desenamoramiento del que El camino de Ida, editado en España por Anagrama, no me ha sacado. Llegué a él gracias a que fue etiqueta de “novela de campus”, y este es otro ejemplo de cómo casi todo cabe en este subgénero. En El camino de Ida hay alguna referencia que invita a pensar en una novela de campus, pero no diría que se trata de un ejemplo paradigmático del género.

En esta novela, Emilio Renzi, profesor argentino y personaje recurrente en la obra del autor, es invitado a pasar un semestre como visiting professor en la elitista y exclusiva Taylor University para impartir un seminario sobre los años argentinos de W. H. Hudson. Fue invitado por la directora del departamento, la bella y belicosa Ida Brown. Renzi acaba de divorciarse e imagina que el viaje le ayudará a poner las cosas en perspectiva; sin embargo, las previsiones se desbaratan ante un acontecimiento inesperado que trastoca sus planes y los de todo el departamento.

Las principales referencias a las novelas de campus las encontramos en la caracterización de las relaciones entre profesores y los ambientes de los campus. Piglia caracteriza estos espacios como cargados de violencia, “las universidades han desplazado los guetos como lugares de violencia psíquica (…) Los campus son pacíficos y elegantes, están pensados para dejar afuera la experiencia y las pasiones pero corren por debajo altas olas de cólera subterránea: la terrible violencia de los hombres educados” y, más adelante en un pasaje con uno de los personajes centrales de la novela, reconoce que “los rencores y los odios recorrían los departamentos universitarios donde los profesores conviven durante décadas”. Esta violencia se retoma en el último tercio de la novela en un momento en el que se recuerda los inicios de Ida Brown y su intervención al final de una conferencia, “cuando la altiva joven se levantó y le habló al gurú europeo con alegría sobradora y lúcido desdén. Hubo un silencio eufórico. No hay nada más violento y brutal que el choque entre las figuras que nacen y los profesores establecidos: son enfrentamientos sin reglas fijas pero siempre son a muerte”.

Inspirándose libremente en el caso del Unabomber, esta novela combina una sutil trama sentimental con una indagación sobre el poder de reinventar una vida que parece detenida. Esta predominancia en la segunda mitad de la novela (quizás no segunda mitad cuantitativamente hablando, pero sí en la trama), del caso de Unabomber me ha sobrado totalmente. De hecho, me ha desanimado y me ha sacado de la lectura. No entiendo este recurso por parte de Piglia. Me hace pensar en una falta terrible de imaginación, en una carencia de inventiva que me preocupa y que me sorprende que haya pasado los filtros editoriales. Diría que es una novela bastante floja. Posiblemente los halagos vengan por quienes quieren hacer oídos sordos y quedarse con el Piglia experto y ensayista, pero realmente es un libro muy prescindible desde el punto de vista literario. A mí me servirá para recoger la idea de la violencia simbólica en los campus, pero para poco más. Federico Fridman, en una revista universitaria, quita importancia a la categoría de la novela y se centra en la continuidad del personaje principal a lo largo de la literatura de Piglia, “poco importa que esta no sea la novela mejor lograda de Piglia si la consideramos como una postdata lanzada desde los esquemas del siglo pasado hacia un porvenir ya inasible”. Bueno, si conseguís sacar algo positivo de la novela para vuestro propio beneficio o porque os gusta Piglia y os cuesta calificar una obra suya como “mala”, pues adelante. A mí, me ha decepcionado.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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