Reseña de El poder de las palabras y Apuntes sobre la supresión general de los partidos políticos de Simone Weil

Simone Weil es mi descubrimiento filosófico más interesante de este año

De acuerdo, sí, me he subido al carro de Simone Weil. Reconozco que no la conocía antes de que su vida y obra cobraran relevancia gracias a la reedición de su obra por diferentes -y todas interesantes- editoriales. Simone Weil fue una filósofa francesa de principios del siglo XX cuya corta vida -murió a los 43 años- no estuvo reñida con su intensidad intelectual y una prolífica obra escrita. A grandes rasgos os diré que Simone Weil nace en 1909 en París y a los 19 años ingresa en la École Normale Superiore, con la calificación más alta, seguida de Simone de Beauvoir. Fue una apasionada estudiosa del marxismo, logró conocer a Trotsky. En 1934 pidió una licencia en la ENS y se sumó a trabajar junto a los obreros como operaria en la fábrica de Renault. Incluso viajó a España durante la Guerra Civil para colaborar con los grupos anarquistas. Muere a los 43 años de tuberculosis y toda su obra fue conocida póstumamente. Si os quedáis con ganas de más, os recomiendo dos textos cortitos, pero muy interesantes y didácticos, sobre ella: uno de Mar Padilla en El País y otro de Gabriel Arnaiz en F&Co -os recomiendo fuertemente esta web sobre filosofía-. Si queréis algo más profundo, tendréis que ir a su obra. Por mi parte, os traigo dos textos: El poder de las palabras y Apuntes sobre la supresión general de los partidos políticos, editados por Ediciones Godot en Argentina (desconozco qué editorial tiene los derechos en España, sé que tienen textos suyos editoriales dispares como Página Indómita, Trotta o Hermida Editores).

Apuntes sobre la supresión general de los partidos políticos reflexiona sobre el papel de los partidos políticos como generadores de opinión, y lo critica porque considera que -de acuerdo con Benjamin Disraeli- son “brújulas ideológicas” que, añade Weil, adormecen el pensamiento crítico de los individuos, “los partidos son un mecanismo maravilloso en virtud del cual, a lo largo de un país, nadie se preocupa por discernir el bien, la verdad y la justicia en los asuntos públicos”. Weil sostiene que “una colectividad no tiene lengua, no tiene lápiz. Los órganos de expresión son todos individuales” y ciertamente no podemos estar en desacuerdo con ella, pues nadie expresa como uno mismo una idea propia. Weil no niega la necesidad de una representatividad democrática para la toma de decisiones, pero considera que es imprescindible que “el pueblo llegue a expresar su voluntad en relación con los problemas de la vida pública y no se quede solo en la elección de personas”. Además, Weil alerta de un peligro que se mantiene aún hoy en día y es la anulación de la voz crítica dentro de los partidos, aludiendo a eso que llamamos “disciplina de partido” y defiende que “si la pertenencia a un partido obliga siempre, en todos los casos, a la mentira, la existencia de los partidos es absoluta e incondicionalmente un mal”. El texto se adentra en otras cuestiones como las relaciones entre estados y las posiciones de fuerza dentro de la II Guerra Mundial, pero esa parte os la dejo para que la leáis, es muy interesante y se percibe su grado de acierto y su buen criterio por cómo acontecieron las cosas tras su muerte.

En El poder de las palabras Weil nos alienta al ejercicio intelectual de estrujar los discursos políticos e identificar palabras vacías -que se escriben con mayúsculas-. Según Weil, “para quien sabe mirar, el síntoma más angustiante de la mayoría de los conflictos que ven el día en la actualidad es su carácter irreal”, y esa irrealidad, dice Weil, radica en las palabras vacías; porque “las palabras con contenido y con sentido no son mortíferas”. Las palabras vacías no en todos los casos carecen de sentido por sí mismas, “algunas de ellas podrían tener sentido si se hiciera el esfuerzo de definirlas convenientemente. Pero una palabra así definida pierde la mayúscula. Ya no pueden servir de bandera, ni ocupar un lugar en el entrecruzarse de las consignas enemigas”. Este ejercicio intelectual de analizar las palabras, defiende Weil, puede ser determinante, “aclarar nociones, desacreditar palabras vacías en sí mismas, definir el uso de otras mediante análisis precisos, son, por extraño que pueda parecer, tareas que podrían preservar existencias humanas”. Seguro que estáis pensando, ¿cuáles son esas palabras? Bien, según Weil, “limitándonos a los asuntos humanos, nuestro universo político está poblado exclusivamente por mitos y monstruos: solo conocemos entidades, absolutos. Cualquier palabra del vocabulario político y social sirve de ejemplo. Podríamos tomarlas todas, una atrás de otra: nación, seguridad, capitalismo, comunismo, fascismo, orden, autoridad, propiedad, democracia (…) Cada una de estas palabras parece representar una realidad absoluta, independientemente de toda condición; o un fin absoluto, independiente de toda forma de acción, o incluso un mal absoluto”. Es muy interesante el análisis que hace a continuación con cada una de estas palabras y parejas antagonistas, claramente estamos ante una mente preclara, con criterio e independencia epistemológica (“el único gran espíritu de su tiempo” dijo Camus) capaz de cuestionar la democracia, el capitalismo, el comunismo o la idea de nación. Según Weil, todos podríamos hacer este ejercicio, pero “nunca usamos fórmulas como: hay democracia en la medida que…; o bien: hay capitalismo siempre y cuando… El uso de expresiones del tipo “en la medida que” supera nuestra capacidad intelectual”.

En estos dos libros, Weil nos provoca como una buena profesora, nos invita a pensar por nosotros mismos, a plantearnos las afirmaciones categóricas, el uso de palabras rimbombantes (escritas en mayúsculas dice ella) y desgranar los discursos políticos para hacerlos nuestros. Nos propone todo esto en el primer tercio del siglo XX, pero nos apela a la actualidad. El pensamiento de Simone Weil está de actualidad. Os invito a leerla y a salir de su lectura recogiendo el guante, comprometiéndonos a encontrar el fondo de los discursos y desarrollando nuestro pensamiento crítico. Es difícil, porque más allá de leer entre líneas lo que otros dicen, hay que haber leído mucho, haber leído bien y saber formular bien las preguntas a las que debemos responder. Leer a Weil es un buen comienzo.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑