
Una novela imprescindible sobre la fragilidad y la resiliencia
Justo antes de volar a Buenos Aires, recibo un mensaje de Anagrama diciéndome que quieren enviarme el último libro de Aurora Freijo. Menos mal que llevaba un tiempo controlando mi desaforado impulso de comprar libros, porque entonces les hubiera tenido que decir “lo siento, ya lo tengo”; pero mi autocontrol para no cargar con libros en la maleta, sin quererlo, consiguió que hoy os esté hablando de Cuerpo vítreo, el nuevo libro de Aurora Freijo Corbeira, publicado por Anagrama hace escasos dos meses. Es el segundo libro de la autora, y en este blog quedamos prendados de La ternera. El libro llegó a España cuando ya estaba en Argentina, pero me lo trajeron C. y G4 en su maleta. Vivan las visitas y vivan los libros.
Cuerpo vítreo cuenta la historia de una mujer que padece una enfermedad ocular grave. Y, a partir de la noticia de su ojo enfermo, la protagonista despierta el recuerdo de la madre muerta y de los años desperdiciados junto a un amante inmerecido. Es esta relación entre la ceguera y la lucidez mental lo que me ha maravillado. Freijo es hábil en tratar este tipo de aparentes y poéticas contradicciones. No es nada que no nos pase al resto, ¿verdad? Todo parece ir de maravilla y, de repente, un día te dan una noticia que te reubica en el mundo; que te hace pensar sobre las cosas verdaderamente importantes (la familia y el amor, no hay más, no busquéis más). El libro trata sobre esta fragilidad. Somos frágiles, aunque pensemos que no, aunque en nuestro día a día nos sintamos fuertes y poderosos. No lo somos. Si miramos hacia dentro, si nos “pensamos”, si mandamos ondas exploratorias a nuestro interior, descubrimos que nuestra estabilidad es un castillo de naipes, que se puede derruir en cualquier momento y por cualquier frente. Sin ser catastrofistas, es importante ser conscientes de ello. Y de esto trata Cuerpo vítreo, de los miedos a un cuerpo frágil, de la vulnerabilidad entre la enfermedad propia y la ajena, de la angustia que todo esto le genera. Hay otras novelas sobre la ceguera; algunas como Sobre héroes y tumbas está referida en el libro (y recientemente reseñada en este blog), pero me gustaría destacar un clásico como es Ensayo sobre la ceguera, en el que Saramago nos enseñó la perspectiva social y colectiva de la ceguera, la parte negativa de una sociedad individualista. Freijo no va por ahí. Freijo nos muestra cómo la angustia por una probable ceguera nos convierte en seres lúcidos. Junto con esa lucidez hay cierto optimismo, porque analizar con claridad dónde estamos y hacia dónde vamos, es el primer paso para reconducir las rutas vitales y orientarnos hacia horizontes más provechosos. Eso es lo que intenta la protagonista en su relación con T., un amante disruptivo y egoísta que habita su mente sin beneficio alguno. Quizás el único pero que le pongo al libro sea que exprime hasta la última gota la historia con T., y yo me cansé pronto. No me interesa esa relación, me interesaba más la historia con su madre o con su enfermedad. La historia de la enfermedad y muerte de su madre me ha tocado muy de cerca. Hace menos de tres años que falleció mi padre y aun tengo muy presente todo su final, los últimos días en casa, los últimos días y noches en el hospital, el día de la muerte, el dolor, la conciencia del final, la ausencia… todo esto es brutal vivirlo y, aunque no sea racional, no quieres olvidarlo. La novela trata bien estos últimos días y si tienes una experiencia así relativamente reciente, el libro te abre en canal y ya entras por todas las trampas que la autora quiera ponerte para emocionarte. Una de esas trampas son las historias tangenciales que hay por el libro; para hacer hincapié en la fragilidad, en la soledad, en la vulnerabilidad, la autora nutre la novela de imágenes muy potentes, que enfrían el alma y dejan grietas en el corazón. Además, creo que las introduce en momentos donde funcionan muy bien. Un ejemplo, es el caso del niño que se cayó a un pozo y murió, a pesar de todos los esfuerzos de bomberos y mineros por salvarlo. Y hay otro ejemplo, que a mí me tocó la patata: la protagonista pasea por la ciudad y se encuentra con un grupo de inmigrantes “negros altos, sudamericanos bajos” y se acuerda de que “una vez vio en la televisión que uno de esos hombres jóvenes, recién llegado, llamaba a su madre por teléfono. Solo alcanzaba a decirle mamá una y otra vez mientras lloraba. Le habían desaparecido todas las palabras; solo quedaba aquella primera que los unía solo a ellos: mamá”. Continúa su paseo y “más allá, le apena hasta los huesos los niños que ve camino del colegio, solos, temprano, con sus mochilas como piedras. Es un barrio humilde y sus padres no pueden acompañarlos. La soledad compartida le cierra aun más el canal de respiración”. Brutal.
En definitiva, Aurora Freijo Corbeira lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a escribir una novela que nace del temblor, del titubeo, de la angustia, del miedo, de la vulnerabilidad y la lleva a la lucidez elevando las palabras a la categoría de arte, para decirnos que la fragilidad está entre nosotros y debemos convertirla en una espuela para aprovechar el tiempo con nosotros y con los nuestros. Ahora que tengo un niño, es el “sigue nadando” de Dori, el entrañable personaje de Nemo. Por cierto, os dejo, voy a jugar un rato con G4, que me trajo el libro y se lo voy a agradecer pasando tiempo con él.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Deja un comentario