Un canto epicúreo a la belleza y a los libros
Recuerdo este libro por casa de mis padres. Por el salón, por su habitación, en la cocina, en la entrada, lo recuerdo cruzado por casa. No lo leí en su momento, estaría con cosas más livianas. Pero hace poco (a partir de un libro que acaba de editar Penguin “La ruta del conocimiento” de Violet Moller) pregunté por él y todo fueron alabanzas, “¿aun no lo has leído?”, “es una maravilla” y ante tal presentación se hacía difícil no hacerle un hueco. Fui a Letras Corsarias y Rafa volvió a echarle flores, “muy bueno, tiene el Pulitzer del 2012”. Ya no tenía escapatoria. Lo leería más pronto que tarde. Y aquí estoy, reseñando El giro de Stephen Breenblatt, un libro sobre un libro que cambió la Historia del pensamiento moderno.
Greenblatt recrea el camino a la oscuridad del De rerum natura, el poema filosófico de Lucrecio escrito en el siglo I a.C., y de la oscuridad a la claridad a partir del redescubrimiento del libro por parte de Poggio Bracciolini, un monje humanista del siglo XV. El papa Bonifacio IX hizo de él uno de sus secretarios apostólicos. Ocupó el cargo de canciller de Florencia en junio de 1453 gracias a la protección de los Médici. Tras su salida de la Curia Vaticana con la caída de Bonifacio IX y la llegada de Inocencio VII, decide recluirse y dedicarse a buscar libros clásicos por los monasterios europeos. Este libro, De rerum natura o Sobre la naturaleza de las cosas, es un canto a la filosofía epicúrea, tan denostada por la cristiandad y su control axiológico de la sociedad europea. Es un misterio cómo logro sobrevivir, “fue una casualidad que se introdujera en la biblioteca de un puñado de monasterios, lugares que habían enterrado, aparentemente para siempre, la búsqueda del placer de los epicúreos. Fue una casualidad que un monje del siglo IX que trabajaba en el escritorio de un monasterio cualquiera copiara el poema antes de que se descompusiera para siempre. Y fue una casualidad que esa copia se librara del fuego, de las inundaciones y de los dientes del tiempo durante cerca de quinientos años hasta que un día de 1417 llegó a manos del humanista que orgullosamente se llamaba así mismo Poggius Florentinus, Poggio de Florencia”.
Greenblatt explica que De rerum natura no era un texto sencillo de leer, “el poema está escrito en hexámetros, el verso de seis metros sin rima en el que los grandes poetas latinos, como Virgilio y Ovidio, escribían habitualmente sus composiciones de carácter épico a imitación de la poesía griega de Homero, y en total suma siete mil cuatrocientos versos. El poema está dividido en seis libros que no llevan título” ¿Y de qué trata? Describe el autor que “el poema combina momentos de intensa hermosura lírica, meditaciones filosóficas sobre la religión, el placer y la muerte, y complejas teorías sobre el mundo físico, la evolución de las sociedades humanas, los peligros y las alegrías del sexo, y la naturaleza de la enfermedad. Su lenguaje es con frecuencia retorcido y difícil, su sintaxis complicada, y la altura de su ambición intelectual en general asombrosa”. Lucrecio se plantea algunos elementos que constituían un reto cognitivo e intelectual de gran alcance. El poema aborda los siguientes postulados: “Todo está hecho de partículas invisibles”, “Las partículas elementales de materia son eternas” (se adelanta más de mil setecientos años a Lavoisier y su ley “la materia ni se crea ni se destruye, se transforma”), “Las partículas elementales son infinitas en número, pero limitadas en cuanto a la forma y al tamaño”, “Todas las partículas están en movimiento en un vacío infinito”, “El universo no tiene creador ni ha sido concebido por nadie”, “Todo surge como consecuencia de un cambio de rumbo”, “El cambio de trayectoria es la fuente de la libertad de albedrío”, “La naturaleza experimenta sin cesar”, “El universo no fue creado para los humanos ni alrededor de los humanos”, “Los humanos no son seres únicos”, “La sociedad humana no comenzó en una edad de oro de calma y plenitud, sino en una lucha primigenia por la supervivencia”, “El alma muere” (¡olé!), “No existe el más allá”, “La muerte no es nada para nosotros”, “Todas las religiones organizadas son ilusiones de la superstición”, “Las religiones son invariablemente crueles”, “No hay ángeles, ni demonios, ni fantasmas”, “El fin supremo de la vida humana es la potenciación del placer y la reducción del dolor”, El mayor obstáculo para el placer no es el dolor, sino las ilusiones” y, por último, “Comprender la naturaleza de las cosas produce un profundo asombro”. Lo abarca todo. Tenía que volver loco a quien lo leyese. Quizás por inaccesible sobrevivió al paso del tiempo.
El giro tiene algunos episodios realmente destacables, como Las cosas como son o El momento del hallazgo en el que el autor explica cómo lograron sobrevivir los textos clásicos a los acontecimientos históricos, políticos y religiosos que se fueron sucediendo en Europa desde el Imperio Romano. La contribución de las reglas monásticas a su conservación, la forma de los libros, los componentes de páginas y tapas, el papel de los monjes, la reutilización de los pergaminos y los papiros por la escasez de los mismos, el origen epistemológico de palabras como volumen, protocolo, expresiones como “desenrollar hasta el ombligo” … el libro es un compendio de curiosidades alrededor del universo de los libros y del papel, que solo por eso ya merece la pena ser leído.
Sin embargo, hay algo que mi escepticismo no me ha permitido aceptar y es el impacto que haya podido tener este poema en el pensamiento moderno. Stephen Greenblatt se refiere a personajes como Shakespeare, Montaigne, Giordano Bruno, Freud o Einstein. No seré yo quien dude del criterio de un profesor tan prestigioso como Greenblatt, pero creo que en el libro no está debidamente justificada esa influencia. Si acaso, se puede percibir en Montaigne, pero más por el lado del epicureísmo, y debería ser más mérito de Epicuro que de Lucrecio.
El giro obtuvo el National Book Award en 2011 y el Pulitzer en 2012. Lleva nueve ediciones en castellano. Es un libro prestigioso y con buena prensa. Es indudablemente diferente. La investigación de Greenblatt es profunda y rigurosa. No hay episodio tedioso. Cuenta con un episodio de la Historia que merece la pena ser conocido. Aborda algo que no dejará de atraerme: la importancia de los libros en el devenir de la Historia. Creo que desde que leí El nombre de la rosa de Umberto Eco admiro las bibliotecas de los monasterios y me encantaría ser un Poggio del siglo XXI (desempolvando incunables en las abadías más perdidas del interior de Alemania, Francia y la Toscana) o el Baldassare de Malouf. Mientras tanto seguiré buscando y leyendo los libros como este.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Parece una lectura apasionante para los apasionados de los libros. Gracias por reseñarlo
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Lo es. También es una lectura que requiere pasión para ser leída, jeje. ¡Un saludo!
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