«Porque hay cosas que pueden ser escritas, pero no quieren ser leídas; cosas que nos reclaman ser dueños de nuestros límites, como cuando hablamos a solas desgranando los traumas que nos duelen, lindando la frontera de la cordura porque nadie nos ve. Y sabemos que caminamos cerca del umbral donde esos traumas nos excederían si salimos a la calle, si de pronto alguien nos escucha recitando nuestros recuerdos en la plaza del pueblo con la mirada perdida en la fuente o en la barandilla que separa plaza de acantilado. Hay cosas que necesito decir, pero que no quiero decirles».
El libro se las trae. Es duro, directo, íntimo, agotador, reflexivo. Es una historia con la que es difícil igualarse, pero con la que yo me identifico en las consescuencias. No se me ha muerto un hermano (y que nunca me pase) pero cada vez soy más introspectivo, cerrado, reservado, hermético, y esto solo puede ser resultado de mis problemas. Por eso el libro me duele, porque me identifico. Y me ha llevado a sitios de mi mismo donde sólo había telarañas, nunca había entrado. Esto también es necesario.
Léanlo si se atreven.
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