
Kallifatides mantiene el vigor y la sensibilidad de la primera entrega
Casi sin querer, Kallifatides se está convirtiendo en un autor muy reseñado en este blog. Desde que lo descubrí en 202 con Timandra, no he dejado de leerlo. Y este año le está tocando el turno a la trilogía que lo encumbró como uno de los grandes escritores europeos de la segunda mitad del siglo XX. Ya hemos reseñado Campesinos y señores, y ahora os traigo la segunda entrada, El arado y la espada. Publicada originalmente en 1975, Galaxia Gutenberg lo acaba de sacar en mayo de este año. Más pronto que tarde, seguramente antes de despedir el año, estará por aquí la reseña del tercer libro, Una paz cruel, para cerrar un 2024 muy centrado en la mirada literaria de los conflictos. En esta mirada, Kallifatides se torna muy relevante.
En El arado y la espada, los habitantes de Yalós parecen poder respirar tranquilos, tras la llegada del ejército británico y el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero pronto resuena de nuevo el estruendo de las armas. En el vacío de la postguerra, los fascistas toman el poder y grupos de partisanos resistentes -que ya combatieron contra los nazis- se enfrentan a ellos. La familia de Minos, el niño protagonista de la trilogía, emerge en primer plano: el tío Stelios, contador de historias y anécdotas sin fin, el maestro liberado de las cárceles nazis que por fin puede reunirse con su familia, Minos y su primer amor por una niña judía, Rebeca, los hermanos mayores, que huyen a las montañas para unirse a la resistencia contra el fascismo, y la madre, cuyo valor y fortaleza es el soporte de todos ellos.
En esa mirada hacia los olvidados que ya destacamos en la reseña del primer libro, ahora Kallifatides se centra en las mujeres. El autor cede el protagonismo a Rebeca, a las hermanas de Minos y, sobre todos los demás, a la madre como figura representativa de todas las madres; las llama “madres ave”, por ese afán de salir a buscar comida para los retoños y siempre retornar al nido a dar calor y protección, sin dejarse solas unas a otras, formando bandadas de sororidad. La lectura de Kallifatides hacia la mujer es comprometida y reivindicativa. Lo expresa muy bien en un pequeño pasaje donde las presenta frente a la idea que los hombres tienen de ellas, “la mujer no trabaja; la mujer solo echa una mano. La mujer trabajadora era una mujer a la que habían despreciado y que no había encontrado un hombre que la mantuviera, o bien que el hombre que hubiera encontrado no pudiera mantenerla. Una mujer trabajadora no solo era una presa legítima, sino que también proyectaba una sombra de desprecio sobre el marido y la familia. Los pobres se castigan entre sí con los baremos de los ricos. La pobreza de las madres ave no solo era tétrica, sino que también era humillante”.
Sin ser una novela -ni una trilogía- autobiográfica, en estos libros Kallifatides retrata la infancia y adolescencia de los niños y jóvenes de su edad durante los años 40 del siglo pasado en Grecia, desde que los nazis invaden el país en 1941 hasta el fin de la guerra civil griega en 1949, y retrata bellísimamente la crudeza de la guerra y la miseria de la posguerra en un país devastado. Sin dejar de ser didáctico, el autor teje una red de personajes inolvidables. A Minos y a su madre aún les queda el desenlace de la trilogía. Con su familia en el recuerdo, Rebeca en la memoria y Yalós en llamas.
¡Nos vemos en la próxima reseña!