
La frivolización del mal en mitad del conflicto vasco
Hace no mucho defendía en este blog que el conflicto de ETA no estaba tan bien tratado en la literatura como lo estaba el del IRA. Y lo mantengo. Pero hay algunas tímidas excepciones que quizás en un futuro se vean como el germen de la época de madurez del arte sobre el conflicto. Una de estas excepciones es Las fieras de Clara Usón, editado por Seix Barral. No conocía la obra de Usón aunque he visto que lleva publicando desde finales de los 90. Quizás vuelva a ella, no lo sé, de momento no me ha atraído tanto como para correr a comprar otra de sus novelas. Aun así, Las fieras tiene algunos aciertos que se sobreponen a sus debilidades.
La novela se desarrolla en dos tramas. Una trama narrada en tercera persona omnisciente para contar la vida de Miren, una adolescente que busca su lugar en el Euskadi de los años de plomo y que se esfuerza por parecer normal en una familia que no lo es, con un padre al que teme, un policía de la vieja escuela metido en la chapuza miserable de los GAL. Por otra, el monólogo de María Ortega, una mujer que, por motivos que intuimos según avanza la novela, está obsesionada con la terrorista Idoia López Riaño (conocida como la Tigresa, una de las más sanguinarias terroristas de ETA y la que más atrajo la atención de los medios, tanto por sus atentados como por su belleza) y con las actividades de ETA y los GAL. El monólogo de María se complementa con la voz de la propia Idoia (hasta que se enfada con María y desaparece de la novela) y la de Amadeo, policía nacional relacionado con los GAL. Son los años 80 en el País Vasco, años de plomo, de guerra sucia entre el terrorismo de ETA y el terrorismo de estado. Donde quiera que mire Miren –sus amigos, el chico que le gusta, su propio padre–, todos se dividen entre un bando u otro, ambos enfrentados a muerte.
En una crítica de Edurne Portela para Babelia la autora de Mejor la ausencia ensalza a Usón destacando que “entrelaza con sutileza y maestría las dos tramas, hasta que las une en un final magnífico en el que despliega su gran inteligencia narrativa (…) y recrea, con el conocimiento que resulta de una exhaustiva investigación y con una destreza narrativa envidiable, esa Euskadi turbulenta en la que la violencia política permeaba las relaciones cotidianas. Nada que reprochar a esta arquitectura narrativa impecable que sostiene todo el peso de la novela y que consigue, además, lo único que debemos exigir de la ficción: ensanchar nuestra imaginación y, con ello, nuestra comprensión y nuestro conocimiento”. Coincido con Portela en esta parte de su valoración (no coincido en que el tratamiento del personaje de Idoia no vaya a favor de la novela), pero sí que añadiría que Usón peca de cierto didactismo. La parte más explicativa del conflicto no era necesaria, creo que si alguien se acerca a la novela y de ella le surgen preguntas e inquietudes sobre el contexto de la misma, será ella misma quien se preocupe por buscar y consultar otras fuentes que enriquezcan la lectura (durante la lectura o después). Aún así, esta novela me interesaba por el tratamiento del conflicto y es cierto que la autora consigue hacerme reflexionar sobre la frivolidad del mal en una novela sorprendente, dando un paso más a la banalización de la que nos hablaba Arendt. Una frivolización del mal que reside en la figura femenina de la terrorista. Quizás por esto merezca la pena leer el libro y desde esta posición os lo recomiendo.
¡Nos vemos en la próxima novela!