Reseña de La casa de Paco Roca

Nadie como Roca para dibujar la nostalgia

Tras la reseña de El abismo del olvido no me pude resistir y fui a Letras Corsarias buscando otro título de Paco Roca. Tras pensarlo un rato -aún me quedan unos cuantos pendientes- me decidí por La casa, editada por Astiberri y publicada en 2015 y ganadora del Premio Eisner 2020 a la mejor obra extranjera. Además, el 1 de mayo se estrena la adaptación cinematográfica de Alex Montoya protagonizada por David Verdaguer, Óscar De la Fuente, Luis Callejo, Olivia Molina, María Romanillos, Lorena López, Marta Belenguer, Jordi Aguilar, Miguel Rellán y Tosca Montoya. La película se rodó en la misma casa que inspiró el cómic original de Paco Roca, y los que la han visto dicen que es casi tan bonita como la novela gráfica. El libro está epilogado por Fernando Marías con una reflexión sobre el paso del tiempo muy oportuna.

La casa cuenta la historia de tres hermanos que se reúnen en la casa familiar tras la muerte del padre. Su intención es venderla, pero con cada trasto que tiran se enfrentan a los recuerdos. Temen estar deshaciéndose del pasado, del recuerdo de su padre, pero también del suyo propio. La novela tiene continuos flashbacks a la infancia de los tres protagonistas, pero también a la vida del padre, quien con todo su amor y determinación, junto a su mujer, levantaron la casa de campo, primero para pasar los veranos y luego para que sirviera como punto de encuentro con las familias de sus hijos. A lo largo de los años, el padre llena de recuerdos su casa, testigo mudo de su vida. Y aquél es también la fiel imagen de ella. Como las parejas que han convivido siempre juntas. Así, cuando su ocupante desaparece para siempre, el contenido de la casa se paraliza por el polvo esperando que alguna vez su dueño regrese. Aquí arranca realmente la novela y la grandeza de Roca para, a través de sus reconocibles trazos, reflexionar sobre fracturas generacionales, los huecos de la memoria y las deudas imposibles de saldar de los hijos con los padres.

Los que me seguís desde hace tiempo en Instagram (no solía subir reseñas de las novelas gráficas hasta hace poco) sabéis que tengo dos autores de comics o novelas gráficas predilectos. Uno es mi paisano Alfonso Zapico y otro es Paco Roca. Zapico dibuja mi lado reivindicativo y Roca mi lado nostálgico. Este libro me ha llevado a imaginarme una escena que tengo grabada de los últimos días de mi padre contada por Paco Roca y me emociono: sentados mi padre y yo en un banco del parque junto a la piscina de la urbanización. En silencio. Un primer plano de las zapatillas de los dos (aún las recuerdo, él unas nike azules super cómodas porque ya le costaba andar, yo unas Converse azules destrozadas de andar por casa). Solo silencios. Y volvemos a casa juntos. No pudimos hablar ese rato. Pero es uno de los momentos con mi padre que jamás olvidaré. Y seguro que Paco Roca lo hubiese dibujado con su magia. En 5-6 viñetas podría recoger toda la esencia de la relación con mi padre. Solo lo podría hacer él. Y por eso Roca me transmite tanto y le admiro tanto. Es un genio. Y, a mi juicio, brilla especialmente en la potencia con la que carga los silencios.

En esta novela hay pasajes inolvidables. Momentos que seguramente todos hayamos vivido en algún momento de nuestras vidas. Recuerdos que compartimos con Roca y con los protagonistas. Y ahí reside la magia del cómic, que Roca cuenta cosas que nos pasan a todos, pero ¡cómo las cuenta! Yo me quedo con uno en la sala de espera del médico y con un pasaje donde el personaje que recoge la parte autobiográfica de la novela lanza una pregunta que interpela al lector, “¿Si tuvieras que refugiarte en un momento feliz del pasado, en cuál lo harías?”. No tengo clara la respuesta, pero sí tengo claro que pagaría porque mis momentos tristes del pasado los dibujara Paco Roca.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑