
Sortea las dificultades y disfrutarás de los juegos literarios de Saer
Uno de los descubrimientos literarios más importantes de mi estancia argentina fue Juan José Saer. A Saer lo conocí en Salamanca a través de la recomendación corsaria de El entenado, pero no lo leí hasta que llegué a Buenos Aires y allí me di cuenta de la importancia del autor y de lo difícil que resultaba encontrar sus libros en las librerías porteñas, incluso fue imposible encontrarlo en una feria de viejo. Aquí en España la recuperación editorial del autor ha venido de la mano de Rayo Verde, en unas ediciones preciosas y muy fáciles de leer (una de las virtudes más codiciadas de las editoriales es pasar desapercibidas durante la lectura y no todas lo consiguen). Hoy os traigo, Nadie nada nunca, su novela más experimental publicada originalmente en 1980.
La novela es un virtuoso trabajo de puntos de vista sobre un mismo acontecimiento. No al estilo de Las siete muertes de Evelyn Hardcastle de Stuart Turton, sino algo mucho más sofisticado. Un experimento literario de primer orden, complejo y de difícil lectura, pero muy reconfortante para los que disfrutamos de estos juegos. No esperéis que pasen muchas cosas, otra de las potencialidades de la obra es su capacidad para generar una calma tensa que puede generar ansiedad en el lector. La novela transcurre en un febrero del Cono Sur, un verano sofocante, una casita junto al río, un tiempo y un lugar propicios para la sensualidad y el crimen. Unos personajes que se esconden, observan pasivamente, desconfían y callan. Les paraliza el temor a que llegue la muerte, encarnada en los asesinatos a sangre fría de unos caballos. Francesc Bon en Un libro al día identifica perfectamente las genialidades estilísticas de Saer, “una tonalidad falsamente anodina, como si el texto pesase como el calor ambiental. Una sensación vagamente enfermiza, irreal (…) Se repiten párrafos, frases, descripciones, las veces que haga falta para obtener el efecto preciso. Un efecto mísero y miserable. Turbio e inquietante. Los bidones semienterrados, los neumáticos tirados en el suelo, a nadie le preocupa esa estampa. Nadie quiere manifestarse ni dar un paso adelante, todos parecen querer ampararse en el anonimato antes que hacerse notar, para peor”. En la reseña de El entenado recogí una frase demoledora de Piglia sobre Saer que se ratifica en cada lectura. Saer era un escritor prodigioso y este ambiente no es baladí; el autor santaferino quería trazar su visión de la dictatura militar argentina haciendo hincapié en el ambiente pesado, opresivo y enrarecido.
La novela ha recibido incluso análisis científicos, como este de Camilo Bogoya, en el que se contempla el juego al que nos somete Saer como una respuesta “a la necesidad de custodiar el sentido, es decir, de encapsular la interpretación y de opacarla. Esta búsqueda es la consecuencia de la experimentación, de la puesta en escena de una realidad política y de la defensa de la oscuridad como valor de la escritura”.
Sentaos con Juan José Saer, leed sus novelas, intentad desentrañar la intertextualidad, los sentidos y las formas, preguntaos por las razones que se esconden detrás de cada decisión estilística. Nada en Saer es circunstancial, como buen escritor argentino nada en él es contingente, todo es absolutamente necesario y todo trabaja para la esfericidad de una novela transgresora.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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