Nunca había leído una novela de Elvira Lindo. Leí Manolito Gafotas, como cualquier jovenzuelo de mi generación que se precie, y algunas de sus columnas en periódicos. Incluso la escucho a veces en la radio con Carles Francino, pero nunca había leído una novela suya, hasta que me animé con esta.
La novela cuenta la llegada de Julieta y su madre a La Sabina a pasar las vacaciones. A sus once años esa aldea perdida le parece a Julieta el mejor lugar para dejar atrás problemas a los que no sabe poner nombre. Ese verano eterno lleno de primeras veces, descubrirá que los cimientos del pueblo están hechos de secretos y recuerdos; los lindes del bosque, de cuentos y leyendas; y el corazón de las personas de miedo, odio, amor y esperanza, los cuatro sentimientos que nutren sus sueños y también sus peores pesadillas.
Y, bueno, bien… pero sin mucho más que bien. A mi parecer, le sobran algunas páginas y le falta profundidad (sin recorrido) psicológica a algunos personajes. El desdoble de la protagobista es un recurso interesante (“aquel verano en que se sintió romper en dos para dejar la niñez atrás”) y reconozco que el final no me lo esperaba, aunque estaba claro que en esa carta estaba la solución a los problemas; lo que Cercas llama “el punto ciego” de la novela. Entre unas cosas y otras termina siendo una novela más, de las muchas que se escriben y se leerán en muchas casas, pero de las que con el paso del tiempo tendrás que releer la contraportada para acordarte de qué iba.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Leer es vivir dos veces 
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