Reseña de Tres cuentos espirituales de Pablo Katchadjian

Transformémonos para llegar a lugares inesperados, como un personaje de Katchadjian

Me ha pasado una cosa muy curiosa. He redescubierto a un autor. Sí, lo descubrí a principios de año y lo he vuelto a descubrir ahora. No me acordaba. Pensaba que no lo conocía. Y resulta que ya he reseñado un libro suyo. A veces me preguntáis que por qué tengo un blog, pues por estas cosas. Por mi memoria de pez, por mi imposibilidad para recordar todo lo que leo. La escritura es memoria. El libro que os traigo hoy es Tres cuentos espirituales, editado por Blatt & Ríos. Y el que reseñé a principios de año es Una oportunidad, editado por Sexto Piso. Ambos libros son de Pablo Katchadjian, una de las voces argentinas más innovadoras, una gozada de autor. Algunos lo conoceréis por su polémica alrededor de El Aleph y su experimento con El Aleph engordado. María Kodama lo denunció por plagio, y, menos mal, perdió. Pero Katchadjian es un autor al que seguir, sobre todo por sus propuestas literarias, que son interesantísimas.

El libro se compone de tres textos. En el primero, un grupo de matones persigue a un poeta; en el segundo, un ayudante busca un traje para un gigante; y en el último, un santo se oculta para no ser apresado. Pero no esperéis unos cuentos tradicionales. Nada en Katchadjian es lo que el lector espera que sea. Por eso nos gusta. Leonardo Sabatella en Revista Ñ advierte que “Katchadjian va en contra de los textos logrados, los funcionamientos canónicos, los usos estereotipados, la eficacia, la comunicación; son cuentos que escapan de cualquiera de esas etiquetas como de una peste, escapan hacia adelante, con torpeza, a veces al modo de Buster Keaton”. Cada uno de estos cuentos tiene sus formas y sus particularidades, pero a mí lo que me interesa es la transformación a la que somete a los personajes. Normalmente los protagonistas de estos cuentos anhelan algo siempre diferente a lo que les permite obtener Katchadjian. Esa incomodidad a la que somete a sus personajes es lo que hace brillar el texto. Dice Ignacio Navarro en Página12 que, “los protagonistas, casi sin darse cuenta, arrastrados por un remolino de acciones y circunstancias, se transforman en algo inesperado y quedan confundidos, sumergidos en emociones contradictorias. Cuando quieren recuperar el estado inicial, ya no pueden volver. Pero siempre avanzan, porque existe la promesa de que al final de las sucesivas transformaciones, ascendentes y descendentes, de curación y castigo, debería existir una liberación de la angustia. Es un libro de aventuras, sí, pero aventuras espirituales”.

Esa transformación, casi lisérgica al estilo de Wolfe, Katchadjian la alcanza gracias a una propuesta estilística divertidísima, a través de una propuesta de atmósferas enrarecidas, fantasiosas, paradójicas, casi irreales, que envuelven la historia y al lector hacia finales inesperados, o en palabras de Sabatella, ““en estos cuentos nada conserva su valor a lo largo de las páginas”. Es esa esencia espiritual que da título al libro la que prevalece. Katchadjian nos trasmite esa idea de que lo real está en los sentimientos no en la observación. Es importante que la literatura pase por el corazón y por el estómago antes que por la cabeza. Navarro sintetiza mejor que yo esta idea: “lo real, finalmente, son los estados de ánimo a donde nos lleva la lectura”. En un análisis intertextual seguramente encontrásemos otros autores que juegan así con el lector; a bote pronto, Kafka, Cheever, Chéjov o Roth. Pero estamos hablando de primeros espadas del cuento, y no corresponde esa comparación con un autor contemporáneo.

En definitiva, Katchadjian nos apela como lectores a traspasar el texto, como si nos metiésemos debajo de una cascada con la boca abierta, y nos dejemos atravesar por las historias y empapar con el ambiente y la transformación de los personajes. Y yo os invito a que os sumerjáis en estos tres cuentitos, que os dejéis atrapar por el autor y que os transforméis tras su lectura. Si la literatura sirve para algo es para que al salir de ella seamos diferentes a como entramos. Como los personajes de Katchadjian.

¡Nos vemos en la próxima lectura!

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