Reseña de Los pichiciegos de Rodolfo Enrique Fogwill

El sinsentido de una guerra donde el héroe es el desertor

Sigue mi andadura por la literatura argentina. Este fin de semana he estado en la Feria de Editores y ciertamente el recorrido que me queda por delante (y por detrás) es infinito y desde ya renunció a conseguir una panorámica general de esta literatura, por si quedaba algún despistado pensando “qué guay, Gabriel me va a resumir la literatura argentina en sus post de los próximos 3 meses”. Aun así, como estaba diciendo, sigo transitando libros y autores fundamentales. Hoy os traigo, Los pichiciegos de Rodolfo Enrique Fogwill (1941 – 2010), ahora editado por Periférica. Se publicó por primera vez en 1983, con la democracia recién instalada y el subtítulo “Visiones de una batalla subterránea” en la editorial De la Flor; la reeditaron Sudamericana, Interzona y Alfaguara; ahora este libro ya es un clásico de la literatura argentina. No interesó mucho al principio, ni al público ni a la crítica. Tardó unos años para que se valorice este material que hoy, con 40 años de vigencia, pueda decirse que posiblemente sea la novela que mejor explica, o al menos que mejor evidencia, una serie de sentidos que se despliegan a partir de esa cicatriz argentina: la Guerra de las Malvinas.

Los pichiciegos narra la historia de un grupo de soldados argentinos que, tras la construcción de un refugio subterráneo, desertan, en plena guerra de las Malvinas (entre abril y junio de 1982), para crear una comunidad con sus propias leyes. Todo girará entonces en torno a sus necesidades básicas: comer, mantenerse calientes, ver en la oscuridad, no ser descubiertos… Para ello traficarán tanto con su propio bando como con el de los ingleses. Son alrededor de 25. Y para no morirse de miedo o de hambre o de frío hablan. Se cuentan historias, se pelean, se hacen chistes, sobreviven. Un día, todos fumaban quietos y en silencio mientras las explosiones pasaban cerca, el Santiagueño dice “¡Con qué ganas me comería un pichiciego!” Todos empezaron a reírse. “¿Qué…? ¿Nunca comieron pichiciegos…?” Entonces empezó a contar. Un pichiciego es una mulita o un peludo, según el nombre de cada región. “El Pichi es un bicho que vive abajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura -un caparazón- y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se queda pataleando panza arriba. ¡Es rico, más rico que la vizcacha!”. Los pichis, así se empezaron a llamar, no existen para el ejército argentino. Fueron dados por muertos. Son desertores. Deben esconderse de ambos bandos. Sueñan que la guerra pronto terminará y se imaginan en sus casas, con sus familias, sus amigos, sus parejas comiendo bien, durmiendo bien. La imagen que se hace uno de los personajes es esta: “culear, dormir, bañarme, estar en casa, dormir en cama limpia, limpio, culear, comer bien… ¡Te imaginás un asadito!, ver a mis viejos, culear y ser brasilero… cualquier cosa. ¡Pero brasilero!” Hay dos bandos: los dormidos, que pasan el mayor tiempo en la “pichicera”, y los despiertos, que se encargan de organizar expediciones y mandan en el grupo. Escribe Fogwill: “el miedo suelta el instinto que cada uno lleva dentro”, por eso “algunos con el miedo se vuelven más forros que antes”.

Si desde el Estado y los medios se hablaba con épica y triunfalismo de la guerra de Malvinas, Fogwill escribió en contrasentido: el encierro, la desidia, el miedo, la picardía. Es un texto experimental, diría Fogwill, donde intentó alumbrar sobre una zona oscura y atestada por la solemnidad de la guerra. Es un experimento literario porque fue compuesto desde la imaginación porque se escribió antes de cualquier testimonio de los combatientes, Fogwill terminó de escribirla apenas unas semanas antes que la guerra termine con la rendición argentina el 14 de junio de 1982. De ahí su autenticidad, su carácter genuino.

La novela no hay debates ideológicos, ni discursos grandilocuentes. El autor se anima a narrar con la pluma caliente qué es lo que en realidad ocurría en las Islas Malvinas y por qué el único héroe es el desertor. En relación con esto, dice Kohan en su libro El país de la guerra, que “Fogwill altera el estatuto del relato de guerra; primero, porque modifica su género discursivo; segundo, porque trastoca y transforma su sistema de valores, su orden de prioridades, sus mecanismos de poder. Fogwill no cuenta la guerra sino por sustracción: cuenta las peripecias del sustraerse de la guerra, más que la guerra. En el déficit épico de Malvinas descubre una pura potencia, y la aprovecha descartando los fragores de la épica para ocupar su lugar con la acidez de la picaresca (…) una picaresca de la supervivencia a cualquier precio, una fábula amoral de capitalismo subterráneo con una guerra de superficie”. La guerra como relato político sirvió tanto a Galtieri y Videla como a Thatcher, pero para los ciudadanos de a pie, para los soldados argentinos y británicos, para los habitantes de Malvinas, fue un sinsentido (como todas las guerras). Y solo así tiene sentido que sea retratada en el arte. Los pichiciegos es un must argentino, pero también es un must de la literatura bélica. Así que, dos pájaros de un tiro 🙂

¡Nos vemos en la próxima reseña!

2 comentarios sobre “Reseña de Los pichiciegos de Rodolfo Enrique Fogwill

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