Reseña de Como si masticaras piedras de W. L. Tochman

La crudeza del dolor y el vacío vital después de una guerra

Desde hace un tiempo me intereso por el conflicto de los Balcanes como fuente literaria. Todavía son pocos los libros que he leído sobre el tema, pero poco a poco intento ir corrigiendo este déficit. Hoy os traigo Como si masticaras piedras (sobreviviendo al pasado en Bosnia) de W. L. Tochman, publicado originalmente en 2002 y editado en español en 2015 por Libros del KO. Tochman, periodista polaco inicia con este libro una trilogía sobre limpiezas étnicas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En una entrevista de 2015 Tochman reconoció que “de momento he escrito dos de estos libros, sobre Bosnia y sobre Uganda, y la tercera parte posiblemente trate sobre la situación de Indochina, Vietnam y Camboya, en lo que se refiere a los años 60 y 70 y la sombra que se siente actualmente en la población desde aquellos años”. Creo que el de Uganda aún no está traducido, o yo no lo he encontrado. Pero desde luego que estaré atento, porque si los dos restantes se parecen en algo a este libro, seguro que la trilogía merecerá la pena.

Como si masticaras piedras es un conjunto de testimonios recogidos por el propio autor. W. L. Tochman acompañó tras la guerra de Bosnia a la doctora forense Ewa Klonowski y a las familias de los desaparecidos en su silenciosa búsqueda de la verdad y escribió este delicado puzle narrativo que trasciende la guerra de los Balcanes para convertirse en una reflexión universal sobre el duelo, la pérdida, el dolor, la vergüenza, la locura, el odio, el perdón y la imposibilidad de justicia mientras sigan existiendo desaparecidos. El acompañamiento de Tochman es deliberadamente silencioso, comedido, inteligente, escucha y observa desde la distancia, desde el respeto absoluto por el dolor. Y su trabajo está enfocado a la reivindicación, la lucha, la memoria y la justicia. Tochman carga las tintas contra los serbios, sus métodos, sus abusos, sus crímenes de lesa humanidad. Y lo hace no desde el enfado, sino acercando el conflicto al lector, sin evitar malos tragos, porque el libro es muy duro: “La doctora Klonowski camina (con cuidado para no pisar nada) entre pequeñas bolsas de plástico herméticamente cerradas. Busca la KV 22 B. Ya tiene el saquito correspondiente, lo abre. Saca la mandíbula superior, y la inferior, que tiene solo algunos dientes, y también unos cuantos dientes sueltos. Los coloca dentro de las correspondientes cavidades dentales, ensambla con presteza la mandíbula entera. Se acerca al borde del escenario y lo muestra a la familia. ¿Podría ser su padre?”.

Los testimonios que recoge Tochman presentan las diferentes perspectivas del problema vistas desde la actualidad. Los serbios mantienen un discurso posibilista y de cierre en falso que les favorece, “la guerra es terrible. Pero ha acabado bien. Nos hemos separado; vivimos unos al lado de los otros, pero no juntos. Tu visita significa que el tiempo cura las heridas. Ahora está bien, está bien. Podemos tomarnos un café, incluso hacer negocios juntos, pero por la tarde cada uno se va a su sitio”. Sin embargo, los musulmanes sostienen que “no volveremos a nuestras casas (…). Para algo hicieron los serbios esta guerra y nos barrieron de las ciudades una por una. Cuando has matado a tantos padres, maridos e hijos, no quieres ver a sus viudas. No quieres que te recuerden quién eres. Todas esas parrafadas sobre el regreso de los refugiados son una manipulación mundial”. Sin embargo, el discurso de los musulmanes está marcado por el regreso a sus pueblos y casas tras la guerra, el regreso a territorios que ahora están habitados por serbios, “hoy resulta difícil visitar la ciudad como si nada hubiera pasado. Sentarse en una cafetería junto a las familias de las víctimas. Junto a personas a las que todavía odia. De las que ha huido. Mirarse a los ojos. Pedir un café, sonreír. Hablar sobre lo sucedido. Ponerse de acuerdo en cómo fue. Delatar a los criminales”. Delatar a los criminales. Qué miedo genera esto. “¿Qué los ha asustado? Nuestra cámara fotográfica. En la República Sprska los hombres evitan ser fotografiados, esconden sus rostros. Cada vez que aparece un extraño, los hombres serbios desaparecen, se esfuman (…) Los hombres de aquí tienen miedo de que alguien (una víctima que ha sobrevivido) los reconozca y los denuncie ante el fiscal del Tribunal Internacional. Podrían acusarlos de haber sido ellos los que jugaron al futbol con los cráneos de los musulmanes o los que obligaron a musulmanes a arrancar con los dientes los testículos de otros musulmanes. Los hombres serbios tiemblan ante la posibilidad de ser reconocidos por las mujeres musulmanas. Ellas se acuerdan como nadie de sus rostros, su hedor y su fuerza”.

Los testimonios son fundamentalmente de mujeres, que suelen ser las víctimas y testigos de las guerras (doblemente victimizadas). Mujeres que perdieron sus familias, sus casas, sus trabajos y no saben dónde están sus maridos, sus padres o sus hijos. Han creado colectivos como las argentinas Madres de la Plaza de Mayo, “Las mujeres desempleadas toman tranquilizantes. Crean todo tipo de asociaciones. Zineta es la responsable de las Madres de Srebrenica (…) Una vez al mes la asociación organiza una manifestación y las mujeres preguntan: ¿Dónde están nuestros hijos? ¿Cómo pueden obligarnos a volver allí? ¿Y qué haremos allí nosotras solas? ¿Qué serbio nos dará trabajo? ¿Cómo vamos a permitir que a nuestros hijos les enseñen profesores-asesinos? Queremos volver a casa, pero no con las condiciones que se acordaron en Dayton. Nuestra casa es Bosnia y no la República Sprska. Volveremos cuando nuestro ejército, el bosnio, esté en las orillas del Drina”.

Leyendo el libro me vienen a la cabeza dos reflexiones. Por un lado, la envidia que siento -como español que pisa fosas comunes sin saberlo- del trabajo que sigue la doctora Klonowski y su equipo de exhumación y búsqueda de desaparecidos. Por otro lado, el dolor que trasmite Tochman y los testimonios que recoge me lleva a las actuales barbaries que están sufriendo Ucrania y Palestina. Lo que han sufrido los bosnios, los croatas, incluso los serbios, en esta guerra, ahora lo están padeciendo los ucranianos y los palestinos. Y hasta que se escriban libros como este de esos conflictos, todavía tienen que pasar muchos años, mucho sufrimiento y mucho dolor. Y los lectores de este libro, como representantes de la comunidad internacional, cerramos las páginas y volvemos a nuestras rutinas dejando el dolor dentro del libro. Qué hipocresía la mía y la de todos. Cuánto dolor causa nuestro silencio cómplice. El primer paso es leerlo. El segundo interiorizarlo. Y esperemos que pronto despertemos del vostezo universal que decían Héroes del Silencio.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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