Reseña de Cambiar la vida, cambiar la historia de Manuel Vázquez Montalbán

Cuatro años después de su muerte me descubrió a Vázquez Montalbán

Cuatro años. Y siguen discurriendo sus lecturas entre mis manos. Sus libros favoritos. Los libros que dejó empezados. Los libros que me regaló. Los libros que recomendó a quienes me querían hacer un regalo. De estos últimos es Cambiar la vida, cambiar la historia, de Manuel Vázquez Montalbán editado por atrapasueños, publicado en 2020. Se lo sugirió a Cris y Cris me lo regaló el 2 de julio de 2020. Meses antes de morir. Cuatro años después lo estoy reseñando y aprovechando el aniversario para recordar un libro que me recuerda a él.

Cambiar la vida, cambiar la historia es una recopilación de artículos que Vázquez Montalbán publicó fundamentalmente en Mundo Obrero, entre 1976 y 1979 (y que hacía junto al dibujante El Zurdo, nombre por aquel entonces del gran dibujante Juste de Nin, que gentilmente también ha cedido todos sus dibujos a la edición), pero también en otros periódicos como Nuestra Bandera o en publicaciones de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM). En ellos Vázquez Montalbán reflexionaba con gran lucidez sobre los acontecimientos políticos y sociales de la época. Son textos que no han perdido su vigencia y que aún hoy nos sirven para explicar la Transición y, sin que suene pretencioso, la actualidad. Las líneas maestras de su pensamiento siguen siendo útiles para interpretar el 2024, por ejemplo cuando presenta la alternativa comunista a los partidos de la burguesía liberal (“hay pues, una alternativa, y más radical de lo que parece, a las supuestas libertades burguesas. La alternativa fundamental de que se arme a las clases populares de instrumentos de lucha ideológica y teorización e identificación cultural. La alternativa fundamental de que ese rearme, aquí y ahora, sea el embrión de una participación plena y libre en la futura sociedad democrática y socialista. No se trata de dar la vuelta al corsé de la represión o las ligas floreadas de la pseudolibertad. Se trata de confeccionar un vestuario liberalizador que ayude a caminar con los cuatro puntos cardinales en su sitio”, 21 de marzo de 1977), sin perder el sentido del humor (“reivindico el derecho humano y político de escoger tribus y plumas. Yo quiero una alta pluma de pavo, no de pavo real, sino de sencillo y digerible pavo navideño”, 17 de noviembre de 1977) sirviendo como motivación a lectores y lectoras militantes o no (“las razones de vivir colectivas existen. Están ahí presentes desde que se puso en marcha algo tan abstracto como la revolución industrial y tan concreto como la lucha eterna y multiforme contra la explotación y la alienación. Hacer política no es solo ganar la batallita táctica de todas las semanas, sino apuntar hacia objetivos inmensos e ideales hasta que no se cumplan. Hay que volver a creer en la cocina popular y en los sueños”). Sin ser Vázquez Montalbán un guía espiritual del comunismo patrio, sino más bien un gran escritor con las cosas muy claras, es cierto que su aura de maestro (recordemos que “la cortesía del maestro es la claridad”) le aupó a las altas esferas del PCE y le sirvió también para dar tirones de orejas a los suyos, como cuando en 1980 publicó el texto Intelectuales y compromiso y dejó a los líderes del partido a los pies de los caballos al defender que existía un “empobrecimiento teórico de los partidos revolucionarios que se manifiesta no solo en el recurso al hiperactivismo y al politicismo, sino en su incapacidad para asumir los nuevos focos de conciencia crítica que van surgiendo como consecuencia del deterioro del sistema capitalista y de la crisis de valores de la civilización burguesa. Ese empobrecimiento teórico, esa impotencia para la captación de las nuevas quiebras culturales del sistema, demuestra (…) los déficits orgánicos que afectan a los partidos revolucionarios, que no han alcanzado los niveles óptimos de intelección orgánica previstos por Gramsci”. Esta libertad la ejercía siempre en favor de las clases populares y lo mismo le dedicaba un artículo a la reconversión de Fraga que decía esto de los líderes comunistas, pero siempre con la mirada del compromiso social y político con los más desfavorecidos y desfavorecidas de un sistema capitalista inhumano y atroz para la convivencia y el desarrollo social y comunitario de los pueblos.

Nunca le estaré suficientemente agradecido a mi padre por recomendarme estas lecturas a las que no llegaría sino es por él. Además, me ha abierto el camino de Vázquez Montalbán del que ya tengo en casa Galíndez, y seguro que acaban cayendo otros títulos como la serie de Pepe Carvalho. Quizás este no sea un libro para recomendar más que a convencidos y convencidas, o al menos a lectores y lectoras de perfil progresista y ciertamente cafeteros. Pero si alguien se anima, va a descubrir la faceta de intelectual comprometido y con alta carga ideológica que fue Manuel Vázquez Montalbán, y eso ya es una razón en sí misma para leerlo.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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