Reseña de Días de llamas de Juan Iturralde

Lo mejor que he leído hasta el momento sobre la guerra civil española

Días de llamas cae en mis manos en el Día del Libro de 2023 cuando Rafa Arias, Letras Corsarias, me lo recomienda. Lo sepulto en la torre de “pendientes” y no me acuerdo de él hasta que este año me recomiendan otra novela sobre la misma época, La península de las casas vacías, que leeré próximamente y os la traeré al blog. De Iturralde no sabía nada, del libro tampoco, y mi sorpresa va creciendo a medida que avanzo en su lectura. Ahora me parece increíble que este libro sea TAN desconocido. Juan Iturralde es el pseudónimo de José María Pérez Prat, abogado del Estado y escritor salmantino. Días de llamas se publica en 1979 gracias a Rosa Regàs y su desaparecida editorial. Lejos de ser una novela más sobre la Guerra Civil española, es uno de sus más destacados exponentes, sino el mejor. Desde luego, es la mejor que he leído hasta el momento.

La novela transcurre en Madrid en las semanas siguientes a la sublevación militar contra el Gobierno de la Segunda República. Su protagonista, Tomás Labayen, juez de instrucción hasta hace pocos días, espera en el interior de una celda a que de un momento a otro se lo lleven a dar el paseo. Allí, entre conversaciones con hombres a los que aguarda el mismo destino, Tomás recuerda los acontecimientos que lo han conducido a esta situación y, a través de sus ojos, vemos cómo la guerra afecta a cada ámbito de la vida cotidiana —familia, trabajo, relaciones íntimas y círculo de amistades— hasta desgarrarlo todo. La novela da cuenta del conflicto del protagonista, que ve escindida su vida entre ideales contradictorios y lealtades contrapuestas. Ricardo Lezcano, escritor y amigo de Juan Iturralde, escribió en 1999 en El País una tribuna sobre Iturralde y explica Días de llamas de la siguiente forma, “al enfrentarnos con esta obra hay que desechar el prejuicio de que nos hallamos ante una novela sobre la guerra civil, otra más. Es más bien la novela de un ser humano, Tomás Labayen, juez, hijo de un militar reaccionario y hermano de otro militar que siendo liberal no quiere hurtarse a la aventura golpista por un concepto de lealtad a sus compañeros de armas. Tomás Labayen, un ser complejo, indeciso, más rico en dudas que en verdades, que nos deja como un lúcido testamento la historia de aquellos días de llamas y de sangre, y la suya propia, mientras espera en una prisión improvisada el fusilamiento o el «paseo» que pueden darle los nuevos dueños de la calle: los revolucionarios que ahora quieren saldar largos años de hambre y de opresión”. Ya os voy acercando a la genialidad del libro.

Me lancé a Días de llamas con el vértigo y la pereza de un libro de más de quinientas páginas sin capítulos (de ahí mi silencio en estos últimos diez días). Pero la destreza de Iturralde hace muy llevadera su lectura, los cambios temporales y de escenarios están tan bien resueltos que la lectura fluye sin problemas. Y no será solo una cuestión de estilo, Iturralde también atrapa con su enfoque. Dice Constantino Bértolo en el epílogo que el acierto “viene determinado por la elección de un protagonista que pertenece claramente a la llamada “clase media” y aporta por tanto una visión desde dentro de ese grupo social, algo muy poco usual dentro de la llamada narrativa sobre la guerra civil (…) Iturralde acude a la novela para contar esa contradicción íntima de una clase o facción de clase –la pequeña burguesía– que asiste desgarrada a su propia extinción cuando el motor de la lucha de clases erosiona ese cómodo espacio entre el estar o no estar en uno de los dos bandos  que las democracias parlamentarias le permiten (…) el “argumento” de la novela vendría determinado por su afán de evidenciar narrativamente la imposibilidad de los intelectuales de permanecer “entre dos aguas” cuando el río de la historia cobra bríos revolucionarios”. Esta perspectiva narrativa es la principal aportación de la novela y esta honestidad literaria es la que la convierte en una novela imprescindible, porque como reconoce de nuevo Bértolo al final de su epílogo, la novela “nos ofrece la posibilidad de entrar en el mundo de la guerra civil española sin que se haga presente la incómoda sensación de que nos están situando a un solo lado del espejo, posición incómoda por muy adecuado que se esté con una u otra visión. Iturralde nos introduce en un enfrentamiento civil que nada tiene que ver con las películas de buenos contra malos, sin que por ello el Bien y el Mal, es decir, la responsabilidad de elegir, estén ausentes”. Es decir, Iturralde es el primer autor que trata al lector como un sujeto emancipado ideológicamente para enfrentarse a la Guerra Civil Española. Solo por esto, hay que leer este novelón.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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