
Una carta para entender a Kafka y quizás a nosotros mismos.
Debajo de esta reseña hay una carta a mi padre. Hoy se cumplen tres años de su muerte. Mientras la escribía lloraba. Si este post estuviera escrito en un cuaderno, esta hoja estaría llena de lágrimas y borrones. Sobre esos borrones y esas lágrimas está escrita la reseña de Carta al padre, de Franz Kafka. La carta que Kafka escribe a su padre no es la que yo le escribiría al mío. También le escribí una carta días antes de morir, y no fui capaz de leérsela. Como hizo Kafka, se la enseñé a mi madre el día que mi padre murió. Y no sé qué le pareció, pero lloraba. Luego convertí algunos párrafos en el texto que leí con mi hermano en su funeral. Ese sí es conocido, al menos para los asistentes. Pero volvamos a Kafka y a su carta. Una carta, por cierto, que le sirvió de inspiración a Bunbury para escribir la letra de La carta de Héroes del Silencio, en su disco (discazo) Senderos de traición.
Kafka se abre en canal con su padre, pero desde el escudo de su virtuosidad y del papel. Esta carta de Kafka es la prueba más evidente que tengo de que el libro que leas te cala de una u otra forma dependiendo del momento vital desde el que lo leas. Seguramente en mi adolescencia y mi juventud hubiera compartido una parte de las reflexiones que Kafka vierte sobre su padre; ahora no. Ahora también soy padre. Y veo las cosas diferente. Kafka también era padre y aun así mantiene el tono acusador. Pero el padre de Kafka, visto por el escritor, era un ser ciertamente abominable. Se percibe el resquemor en cada párrafo. Da igual que esté hablando de sus miedos, de su trayectoria profesional, de su relación con la religión, del trato con el resto de la familia o de las inseguridades que el padre le provocó, el tono se mantiene. Kafka está jodido y echa toda la culpa sobre él. A pesar del dolor, el sufrimiento y el tono visceral de todo el texto, es un documento que impresiona por su lucidez. Una lucidez que se demuestra, a mi modesto juicio, en la capacidad para mostrar las contradicciones que le someten a su padre. Porque Kafka es un juguete roto en manos de su padre al tiempo que le reconoce al padre que es normal que le trate como tal porque realmente es un flojo, un miedoso y un timorato. Pero claro, reconocerse como tal le genera sentimiento de culpa, así que la forma de eludir la culpa radica, entonces, en identificarse a base de no ser, tratando de ser el extremo opuesto a la equiparación con el padre; y en ese mismo momento, nos damos cuenta de que sombra del padre gravita sobre todo el texto y sobre el propio Kafka. La presencia del padre en Kafka es metastásica, desde el epitelio hasta la última víscera, pasando por cada gota de sangre y cada sinapsis neuronal. De ahí la necesidad de escribirlo, en un último intento por despegarse de él.
Hay un pasaje que me parece especialmente revelador sobre sus inseguridades. El pobre Kafka pensaba que no tenía cualidades para ser escritor, “ya insinué que con el hecho de escribir y todo lo que guarda conexión con ello, he realizado pequeños intentos de autonomía, intentos de fuga, con éxito mínimo, que apenas conducirán más allá, según múltiples comprobaciones”. Y se lamenta, “en la mano no tengo nada, todo está volando, y sin embargo yo – así lo deciden las condiciones de la lucha y la miseria de la vida – debo escoger la nada”. Leyendo esta carta se conoce al Kafka humano y se entiende mejor al Kafka escritor. En esta carta se explican la recurrencia en su obra de temas como los conflictos paternofiliales, la ansiedad, el existencialismo, la brutalidad física y psicológica o la culpa.
Alerta, spoiler. El intento kafkiano de despojarse de la influencia de su padre es en vano. No podemos. En eso consiste ser padre y por eso es tan difícil y supone una responsabilidad tan grande. La huella que dejamos en nuestros hijos es indeleble. Y hay que pensar muy bien qué les transmitimos y cómo lo hacemos. Hoy se cumplen tres años de la muerte de mi padre. La vida pasa y la herida no se cierra. Nunca lo hará. Convivo con una herida abierta. Distinta a la de Kafka. La suya es más literaria y debéis leerla si os gusta el genio de Praga.
¡Nos vemos en la próxima reseña!