Reseña de Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges

Leer a Borges en Buenos Aires debería ser un must para cualquier letraherido

La inmersión en la literatura argentina tiene algunos hitos insoslayables. Uno de ellos es Borges, pero Borges es infinito, no sé si en textos como en lecturas. El otro día, paseando por Eterna Cadencia, me encontré con Historia universal de la infamia, editado por Sudamericana (creo que me costaría encontrar esta edición en España, pero no estoy seguro). No me resistí. Compré el libro y lo he estado leyendo estos días, en los ratitos que voy sacando. Es un placer leer en argentino, incluso en lunfardo, viviendo en esta ciudad. Seguro que me iré de Argentina sin tener una idea más o menos acertada de toda su literatura, pero no me resisto a dejarme embaucar por sus grandes plumas. Hoy, el verbo embaucar está justificado, porque me acompañan estas líneas truhanes y malhechores, que Borges convirtió en infames universales.

En este primer libro de ficción, Borges trabaja con biografías de ladrones y rufianes; personajes traidores y a veces también heroicos. Aquí están, entre otros, Lazarus Morell, redentor de esclavos, Tom Castro, hijo apócrifo y tolerante, y la viuda Ching, hábil en el saqueo en altamar. Cuentos que juegan a falsear y tergiversar historias ajenas. Le siguen Hombre de la esquina rosada escrito en lunfardo y uno de sus relatos más celebrados, y Etcétera, un testimonio de sus incontables lecturas (¡y Borges tenía tan solo 34 años cuando lo escribió!). A mí me gustaría destacar también El proveedor de iniquidades Monk Eastman, uno de mis favoritos, un neoyorquino gánster judío.

A pesar de lo universal de los relatos y de la aplaudida crítica, el propio Borges aseguró, años después, en el prólogo que abre la edición de 1954, que el volumen adolecía del exceso de barroquismo propio de los autores jóvenes que desean incluir demasiado en sus textos. A riesgo de contradecir al coloso de las letras hispánicas australes, Bolaño (otro coloso, pero más chiquito) aseguraba que se trata del libro que cambia todo en la literatura argentina. Pablo Cerezal señala lo valioso del libro, “lo sublime, aquí, es la manera de narrar. Lo superficial o aleatorio, es el tema. Y es que Borges se sirvió, durante su larga carrera literaria, de numerosas temáticas. Pero las hizo suyas, dotándolas de un estilo inconfundible y mágico que aún causa sorpresa entre los lectores”. Yo no puedo por menos que unirme a lo dicho por tantos expertos y tantos lectores que han disfrutado antes que yo con estos relatos del genio porteño. Cierro esta reseña y me voy a Fogwill, pronto os contaré qué tal en Malvinas.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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