Un perro nunca te falla, Nunez sí
“Animales” y “literatura” dos temas que a priori no tiene fallo, tenemos muchos ejemplos de combinaciones exitosas: Moby Dick, El principito, El libro de las tierras vírgenes, Platero y yo, Rebelión en la granja, Juan Salvador Gaviota, El viaje del elefante, o la Vida de Pi. Pues El amigo de Sigrid Nunez es un buen ejemplo de lo contrario. Intentaré explicaros por qué.
Nunez, protagonista y narradora de la novela, es una escritora neoyorquina que pierde de forma inesperada a su mejor amigo, David Lurie, y tiene que hacerse cargo de su perro, Apollo (un gran danés artrítico). La relación de Nunez con Apollo es el hilo conductor de la novela mientras va incorporando recuerdos con Lurie y reflexiones en torno a su vida y en especial al proceso de creación que lleva como escritora. En un principio no tendría por qué tener fallo alguno, son unos mimbres atractivos. Sin embargo, no es capaz de exprimir las oportunidades de la historia. Únicamente se salva la relación Nunez con Apollo, que está muy bien tratada y que quizás debió centrarse en ella sin intentar abarcar más.
Al principio Nunez reniega de Apollo, “¿quién ignora que el perro es el epítome de la devoción? Pero es esta devoción hacia los humanos, tan instintiva que se la dan sin pedir nada a cambio incluso a personas que no la merecen, la que me ha hecho preferir a los gatos. A mí denme una mascota que se las pueda arreglar sin mí”. Poco a poco va aprendiendo de Apollo y va descubriendo el universo de emociones que se abre cuando tienes un perro, y nos regala el que para mí es el mejor fragmento del libro: “Me quedo pensando en los mastines. Además de su gran corpulencia y una melena que los hace parecer leones, son conocidos por ser fieramente protectores y leales a sus amos. Entonces, ¿qué siente un perro criado con esas cualidades cuando su amo lo deja hacinado en uno de esos camiones? ¿Los perros entienden la traición? Imagino que no. Me parece que lo principal en la mente del mastín, camino del matadero, es ¿Quién protegerá ahora al Amo?”. Y es que las relaciones de una persona con su perro son tan verdaderas y tan únicas que no son pocas las veces que cobra más importancia el animal que muchas personas. Es una relación simbiótica, un win-win. Vais adquiriendo rutinas juntos, por ejemplo Nunez explica cómo a Apollo le gustaba que le leyese, “estoy sentada en el sofá con mi portátil cuando Apollo se sube y comienza a olisquear los libros que hay sobre la mesa auxiliar. Sus mandíbulas gigantescas se abren y se cierran alrededor del nuevo ejemplar en edición rústica del libro de Knausgard que compré para reemplazar el que destrozó. ¡Oh, no, otra vez no! Pero, antes de lograr apartarlo, coloca el libro con suavidad a mi lado”. Nunez y Apollo se van uniendo poco a poco, “ahora, mirándolo dormir, me sobreviene una ola de alegría. Le sigue otro sentimiento, más profundo, singular y misterioso, pero al mismo tiempo familiar. No sé por qué me lleva todo un minuto darle nombre. ¿Qué somos, Apollo y yo, sino dos soledades que se protegen, se tocan mutuamente y se saludan? Es bueno tener todo bien dispuesto. Sea o no un milagro, pase lo que pase, nada nos separará”. Apollo empeorará de su artrisis, “Por suerte, la playa está nada más que a unos minutos. Solamente vamos cuando el sol está bajo, por la mañana temprano o al anochecer. A pesar de que es corto, el paseo no siempre te resulta fácil. Vas despacio, incluso más que despacio –renqueando es la palabra que trato de evitar aquí-. Tengo miedo de que un día bajemos sin problemas pero no seas capaz de volver”. Y el abismo de la muerte de Apollo aparece frente a los ojos de Nunez, y el vacío que le genera es planetario, “Tú me lo hará saber, ¿a que sí? Recuerda, soy solamente humana, no soy ni por asomo tan aguda como tú. Necesitaré una señal cuando las cosas se compliquen demasiado”. Genial. Ya lo he dicho, la relación de Nunez y Apollo es lo mejor del libro, lo único que merece la pena.
Por lo demás, meh. La parte del proceso de escritura, de sus miedos y sus incertidumbres como escritora, etc., no me ha convencido, ¿por qué mezclará los dos temas en un mismo libro? A veces mete citas sin sentido hasta abusar de ellas, ¿qué aporta la autora entonces?, incluso llega a citar a Wikipedia (p. 62) que es el summun de la cicatería narrativa. El libro me ha gustado porque me gustan los perros, pero en sí mismo no vale mucho. Para mí, dista mucho de merecer el National Book Award, quizás el más flojo de los últimos años y, por supuesto, a años luz de El ferrocarril subterráneo.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Desde luego coincido contigo en que el premio no lo merece, pero a mí sí me ha gustado. El hecho de que una persona necesite a un perro y viceversa, como terapia me ha parecido un punto a su favor. Pero entiendo tu punto de vista, visto en modo global no aporta mucho…
Un saludo.
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Al final creo que estamos de acuerdo pero para ti la relación con el perro salva el libro y a mi me parece insuficiente, no? Jejeje
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Exacto, a mí esa relación me parece importante en el libro. Pero bueno, ya sabes, que para gustos… ¡libros! Jejeje Un placer como siempre hablar contigo de nuestras diferencias, un saludo.
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Muchas gracias por la mención! Un saludo!
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